20 de diciembre de 2005

Los expsínicos festejan










¿Me está pidiendo que le pase un informe del festejo del viernes? ¿Y con detalles? De ninguna manera. Me está pidiendo demasiado, yo seré su Álter ego pero eso no le da derecho a convertirme en botón.
¿Que es sólo para contentar a los nostálgicos que estuvieron ausentes?
El argumento es sólido....bueno, si es así, Ud gana, ahí va el relato:
Salvo por un recién llegado que mantuvo la boca cerrada, quizá por temor a exponerse al riesgo de que se le escape una idea disonante, y el otro que se paseaba por los cerros de Ubeda, los demás eran genuinos representantes de los expsínicos, esa tribu surgida en una época en que las antiguas divinidades, carcomidas por las supersticiones y roídas por la crítica de lo real, se desmoronaban.
Hasta había algunos de los primeros iniciados, a los que el hechicero mayor había elegido para fundar la cofradía.
¿Que quién era el hechicero?
Él era un simple mortal que les hizo sentir de repente que les faltaba, literalmente, “estaño”, al descubrirle algo rebelde al pensamiento: la realidad.
La influencia del hechicero fue enorme. No sólo les enriqueció el vocabulario, les dejó además a sus epígonos una forma inusitada de ver el mundo, dándoles, en definitiva, una herramienta para intentar cambiarlo.
¡Ah! ¿Ud. no quiere ver al arquetipo sino a través de las copias?
Espere, debo advertirle que éstos no lo harán reír, ni lo conmoverán como los personajes de la literatura, es que no son ni personajes ni figuras, son personas como Ud.
Si lo que hicieron fue simplemente profesión de fe, entre empanadas de delivery regadas con vinos de oferta de cartelizado supermercado.
¿Aún así insiste en que le cuente?
Está bien, está bien, me dan ganas de contárselo todo, para ver su reacción, pero por discreción, no lo haré.

A la hora señalada
Como viejos militantes que no habían perdido la costumbre, adquirida en tiempos de dictaduras, de cumplir con los horarios de las citas, a la hora señalada estaban todos los que finalmente concurrieron.
Al comienzo, el principal argumento fue el pasado visto con ojos contemporáneos, y aunque los hechos relatados estaban lejos en el tiempo, algunos, sin embargo, no habían perdido el encantamiento.
Como la revolución de los soviet y los personajes que la protagonizaron y la radical mutación experimentada por las ideas, creencias, valores y prácticas que la caracterizaron.
Y la desfachatada entrada en escena del peronismo en la historia que alteró profundamente la política, tanto en los planteos concretos como en sus fundamentos.
Tampoco podía faltar, por supuesto, tratándose de hombres comprometidos, la épica.
Trajeron a la memoria la trágica década de los setenta, la violenta década en la que “todo el mundo era joven” y donde la mayoría de los presentes fueron, a veces sin quererlo, protagonistas destacados.
Uno de los cuadros presentes se preguntaba si realmente esa época había sido violenta, porque de lo contrario, él terminaría resultando un perdedor compulsivo, porque casi sin solución de continuidad fue secuestrado y torturado, literalmente tirado del tren por la policía cuando vendía periódicos y cagado a palos por la patota montonera en una facultad de Buenos Aires, y tuvo suerte que vivió para contarlo.

Dionisos y San La Muerte
A la altura de la medianoche, Dionisos, de la mano del vino devaluado con el 15%, ya había ingresado sigiloso a la reunión, en la cual los interlocutores se cruzaban memorias donde se mezclaban la melancolía y el humor de las pequeñas tragedias particulares.
También se hizo presente San La Muerte, quizás para exorcizar los miedos, en trágicos relatos:
La historia de aquel infeliz que quiso desconectar los parlantes a través de los cuales Perón debía dirigirse a los millones de personas que lo esperaban en Ezeiza cuando volvió para siempre, y fue tomado por los pelos, subido al palco y rematado, a la vista del que lo quisiera ver.
El sacrificio ritual de un pequeño gallo con pretensiones de cumplir con su destino manifiesto y por no darse cuenta el desgraciado que moraba en un departamento en pleno centro, terminó siendo víctima de un aprendiz de verdugo y corriendo sin cabeza, salpicando sangre, se fue para el otro mundo.
La explicación dada por un cabañero de chinchillas sobre la letal manera de fracturarle humanamente la columna a los pequeños animales, a los cuales no se cansaba de aconsejarles, vanamente, que no debían ser desagradecidos, porque si por él no fuera no sólo nunca hubieran gozado de esta vida, sino que, además, no podrían eternizarse en un abrigo de esos que suelen cubrir las heladas conciencias de los privilegiados que pueden pagarlo.

Chismes de aldea
Ya de madrugada continúa el descorche y el humor y los chismes de aldea.
Así los ingenuos nos informamos, por ejemplo, que el máximo responsable de una corporación académica nacional y popular compartiría lecho con un importante y serio periodista de radio y televisión nacional y popular, aunque la pareja no estaría aún madura para asumirse como partícipe en las marchas del orgullo gay.
Y que otro importante formador de opinión dominical desde un medio escrito nacional y no tan popular, era un asiduo concurrente a Espartacus, aquel lugar de esparcimiento que hizo popular un cuestionado juez.
Finalmente merece destacarse la sobresaliente narración de la tragicómica historia de un fellinesco personaje apodado el “boca”, representada por un excelente caricato, que hizo carcajearse a todos.

En resumen
¿Qué quedó después de todo?
Si Ud. es de los que se rigen por la lógica del mercado, por la eficacia, o por el rédito político, posiblemente nada.
En cambio, si es de los que creen, como yo, que el sencillo acto de confraternizar puede explicarse por la necesidad que sentimos los hombres de remediar y poner fin a nuestra desdichada condición, coincidirá conmigo en que los desvelos del viernes no fueron inútiles.

3 de diciembre de 2005

EL LOCO



Hay quienes sostienen que la actual pasión argentina por las artes adivinatorias es en realidad un intento por devolverle su poder al Oráculo.
Es posible.
Sin embargo es interesante como forma de aproximarse a espejos donde se reflejan arquetipos del inconsciente colectivo nacional.
En este caso no se trataría de “ocultismo” sino de lo contrario: de búsquedas y develaciones.
En aras del entendimiento racional, el árbol del conocimiento creció en una sola dirección.
Quizá haya llegado el momento de que otros retoños florezcan y completen el follaje.
Si esto fuera así, entre ellos no podría faltar la sabiduría de El Loco



Tarot
En las cartas del Tarot El Loco es el arcano que no está fijo como los otros.
Tiene el número 0 y de ahí que se lo asocie a la simbología del círculo, lo que escapa a toda forma.
El caos del que nacerán las estrellas, lo otro de la lógica
La pura posibilidad que a cada momento elige su camino.
El Loco no espera ni planea nada. Reacciona en forma instantánea ante la situación inmediata.
Es el movimiento, el cambio.
La figura del loco representa la curiosidad, la espontaneidad, la despreocupación en un individuo crédulo, ingenuo e infantil.
Expresa capacidad instintiva para provocar situaciones nuevas, pero sin un objetivo determinado y sin ningún criterio.
El desarrollo de estas situaciones depende del azar.
El Loco no domina las circunstancias que se generan a su alrededor.
El Loco del Tarot es la única carta que sobrevive en las actuales, en la forma del Joker.
Y ahí también altera el orden establecido.
Si es en el poker, es el bufón de la corte, en quien el rey confía.
En la mitología contemporánea se vistió con el ropaje multicolor del Guasón de Batman, que como buen bufón no deja de decir lo que ve.
¿Acaso los bufones no eran a menudo, verdaderos retrasados mentales? Es cierto.
Tan cierto como que los que no están capacitados para pensar sean considerados como tocados por la gracia divina.
Son los que poseen un aspecto no desarrollado de la mente y se lo compara con una parte de la personalidad que quedó atrás y por eso lleva aún la totalidad original de la naturaleza.

“De poetas y de locos todos tenemos un poco”Cuando estamos en un momento creativo, cuando meditamos, o cuando estamos enamorados, uno se convierte en El Loco.
En cuanto abrimos el corazón para admitir al loco que llevamos adentro, sucede con frecuencia que la risa disipa la hostilidad y toda la energía que usamos para defender nuestra propia estupidez queda libre para otros usos y terminamos riéndonos de la locura de los normales mortales.
En cualquier caso El Loco es un buen personaje a quien consultar cuando todos los planes se quiebran y quedamos a la deriva.
En estas ocasiones, si lo escuchamos, podremos oírle decir: aquel que no tiene meta no puede perder nunca el camino.

Locos y locosAunque hay, evidentemente, locuras y locuras.
Y se puede ser, por ejemplo, un loco lindo, un loco de atar, o un loco de mierda.
O ser un loco pero no comer vidrio.
Porque la paradoja consiste en que si a veces la verdadera salud pasa por lo infantil y la locura, y El Loco puede conducirnos hacia el camino de la verdad y la salvación, también puede hacer de demonio y conducirnos a la locura y al infierno.
El Loco, como carta, es un pretexto y un cómplice, como arquetipo, un portavoz, como símbolo nos trae un mensaje.
Sin embargo, como supremacía suele ser incertidumbre: una salvación o una desgracia.
Vale la pena recordarlo en estos tiempos, cuando el derrumbe de tantas certezas nos pone una vez más en el centro del círculo.
Asomados al cero. Al comienzo del viaje.

24 de noviembre de 2005

En legítima defensa


















El Profesor era un tipo delgado, de una piel fina pegada como papel film directamente sobre el cráneo. Disimulaba un poco su aspecto tenebroso, aunque no su fealdad, con anteojos de carey negro con gruesos cristales de miope. Además fumaba pipa, como Sherlock Holmes, el personaje que tanto admiraba; y usaba moño, como el que solía exhibir el desfachatado turco Asís.

Los que lo recuerdan como profesor de secundaria dicen que acostumbraba relatar sus investigaciones sobre hechos criminales en los horarios de dictado de su materia.
-¿Sonó el timbre?- preguntaba, sabiendo que aún faltaban diez minutos para que sonara.
Sus alumnos, con complicidad manifiesta, para terminar con las monótonas clases y porque finalmente las historias que contaba terminarían siendo fascinantes, le respondían afirmativamente. Con el tiempo serían ellos los que le marcarían el toque del timbre aún faltando media hora para el final de la clase.
El hombre tenía, sin duda alguna, una capacidad especial, y no solamente intuitiva, para la investigación criminal. Desde muy joven leía ávidamente la sección “policiales” de los diarios y devoraba cualquier tipo de literatura que incluyera un crimen y un misterio a resolver.
Conjeturaba sobre los móviles, las formas en que se había producido el crimen y las relaciones de la víctima. Y sobre todo le prestaba mucha atención a los detalles.
-Los pequeños detalles- decía, con la pipa en una mano y el encendedor en la otra -hacen la diferencia entre el crimen perfecto y el que no lo es- y poniéndose bizco, mordía la boquilla de la pipa y prendía el tabaco, sacando rítmicamente el humo por las comisuras de los labios.
-Para descubrir a un asesino hay que pensar como él, con los códigos del crimen, hay que introducirse en su cabeza - lo decía jactancioso de haber esclarecido crímenes que para los más avezados investigadores parecían insolubles.
Aunque le gustaban los medios de comunicación, si hasta supo cultivar una larga amistad con un difunto periodista de policiales de un importante diario de Buenos Aires, sin embargo resultaba extraño verlo, a ese grotesco profesor de secundaria, en la televisión abierta.
Pero más extraño todavía era que fuera conocido y reconocido por los millones de personas que veían diariamente esa mezcla de reality show y noticiero, conducido por un émulo de Mauro Viale y que contenía un bloque dedicado a crímenes aberrantes donde se mostraban crudas imágenes sin censura alguna.
Y al final, al mejor estilo Mariano Grondona, él era el encargado de analizar y comentar el contenido del bloque y resolver los enigmas planteados.
Mientras con una mano sostenía la pipa y con la otra se acomodaba el moño, decía al que quisiera escucharlo una frase tomada seguramente de algún personaje de novela policial:
-El crimen perfecto no existe, sólo hay una perfecta o una fallida investigación-
Para ser sinceros, al principio nadie lo tomaba en serio; pero a partir de varios aciertos resonantes, comenzó a ser tenido en cuenta.
Pero le tocó un caso muy especial. Se trataba de un asesino serial que nadie dudó en definir como un frío, calculador e implacable chacal y al que se le cargaban por lo menos diez asesinatos conocidos y que por su perversidad se lo comparó con el Lecter de “El silencio de los inocentes”.
El profesor sabía demasiado; porque lo investigó desde los primeros cadáveres, con la sangre aún fresca y cuando todavía no estaba en la tapa de los diarios.
Por eso cuando tuvo que enfrentar a las cámaras, con el caso “mediatizado”, ya conocía el modus operandi y el perfil del sicópata y prácticamente tenía el caso resuelto.
Pero como los tiempos y modos de la televisión no son los mismos que los de la vida, la policía o la justicia, por consejo de la producción, comenzó a dar adelantos de la investigación y luego promesas o anticipos.
Detalles anecdóticos, para crear expectativas en los espectadores, pero que no podían pasar desapercibidos para el asesino, quien, si se sentía cercado, no repararía en riesgos.
Por eso la policía, que le había advertido que era imprudente dar a conocer esos detalles, le ofreció protección. Pero él se negó rotundamente a recibirla. No podía permitir de ninguna manera que se lo tratara como a un privilegiado, si él era un ciudadano común, como cualquiera.
-Cuídese profesor- le dijo el experimentado jefe policial.
-No se preocupe, en esto me juego todo mi prestigio- le contestó, -y en esto también me va la vida- le susurra al oído al productor del programa.
Y como no hay tiempo que no se acabe, finalmente anunció que tenía el caso resuelto y que al día siguiente daría todos los detalles sobre el criminal que tenía en vilo a toda la sociedad. Y hasta imágenes prometió.
El asesino, uno de los crédulos televidentes del programa como se demostraría después, estaba obligado por las circunstancias a actuar rápidamente.
En las actuaciones judiciales posteriores al trágico desenlace, consta que el profesor desoyó las advertencias de los vecinos sobre un extraño que merodeaba por el barrio y que solía detenerse frente a su casa mientras su feroz y adiestrado perro no dejaba de levantar los labios y mostrarle su impresionante dentadura.
También figura en el expediente que hubo una serie de circunstancias que favorecieron esa madrugada la entrada del delincuente a la vivienda y que, inexplicablemente, se produjeron por descuido del profesor:
El perro estaba ausente, internado en la veterinaria, convaleciente de una operación que el dueño del animal insistió en que se realizara, aunque no era de urgencia.
La alarma, que nunca había dejado de activarse desde su instalación, estaba desactivada y la puerta que da a la terraza estaba sin llave.
Esa fatídica noche el criminal se acercó a la escena del crimen sin ser advertido, saltó la reja del frente, trepó sigilosamente hasta la terraza y con habilidad felina se introdujo en la vivienda.
En medio de la oscuridad de la habitación, que resultó ser la del profesor, se escuchó un estruendo, sin duda de un arma de grueso calibre, luego un breve silencio y después una potente luz.
El profesor que lo estaba esperando con la cámara de video en “play” y con la Magnun 44 martillada, le había volado la cabeza al intruso.
En “legítima defensa” explicaba, disimuladamente eufórico, al día siguiente por televisión, mientras se veían imágenes del chacal en el suelo, en medio de un gran charco de sangre.

13 de noviembre de 2005

PARADOJA











Nos conocemos desde hace tiempo, pero no nos frecuentábamos. Un día nos organizamos para reunirnos todos los martes en el café.
La mayoría eran habladores compulsivos. Seguro que en sus casas no pueden hablar, pensaba; pero no lo decía.
El ambiente era agradable y contaban anécdotas y reían. Yo no participaba demasiado; mi timidez lo impedía.
Y como soy un convencido de que en el drama de la vida sólo se puede ser actor o un simple espectador, igual que yo, comencé a escribir historias para que disfruten mis amigos.
En la primera historia incluí a uno de ellos. La mayoría lo festejó con carcajadas, salvo el elegido como personaje.
A la semana siguiente, para alegrarlos, incorporé a otros. Eran historias, después de todo, que reflejaban sus narraciones orales. Ahora algunos permanecían como meditando y otros apenas sonreían.
Finalmente no quedaría ninguno fuera de mis escritos; no vaya a ser que termine generando celos entre los amigos.
Llevé los papeles con entusiasmo a la cita. No estaban todos. Cuando me acerqué a la mesa se levantaron, como impulsados por resortes, y con cara seria se disculparon y se fueron.
Esa fue la última vez que vi a mis amigos, a pesar de que sigo concurriendo todos los martes al café.

1 de noviembre de 2005

El Juez de Instrucción

















Como el diablo siempre encuentra males para las mentes ociosas y las ideas no usadas pueden estallar en resentimientos y angustias, pero sobre todo porque no consiento, como Cruz, “que se cometa el delito de matar ansí un valiente”, me atrevo a escribirle.
Es que quedé impresionado con la lectura del relato de su ex camarada de ruta, el “hermano Gustavo”, que bien podría titularse El Juez de Instrucción, como el cuento de Chéjov.
Con una gran movilidad de exposición pero con una deprimente inflexibilidad de enfoque y en un tono cáustico, irónico y contradictorio, el autor comienza despachándose a gusto con sus opiniones sobre los pronunciamientos políticos de los distintos fragmentos de la denominada Izquierda Nacional en las últimas elecciones, para terminar haciendo una historia (¿auto?)crítica de esa original corriente política.

Semejanzas y diferencias
A la manera de Chéjov, en la “narración” del “hermano Gustavo” el efecto del drama depende más del estado de ánimo de los personajes que del argumento; pero sobre todo, los acontecimientos dramáticos importantes tienen lugar fuera de la escena, y lo que se deja de decir es más importante que las ideas y los sentimientos expresados.
Y como en la obra del destacado escritor ruso, la historia de los hombres de ese sector político sería la de las vidas inútiles, tediosas y solitarias de personas débiles, incapaces de comunicarse entre sí y sin posibilidad alguna de cambiar una sociedad que creen (¿Creen?) errónea.
Personas insatisfechas, abandonadas por la vida, que sólo tienen en común las utopías y paradigmas del sistema capitalista: dinero, poder y consumo (un puesto político, una heladera llena, una jubilación).
Sin embargo mientras que la de Chéjov es una propuesta ética y estética en la que el arte da sentido a la vida y lo aleja de toda tentación nihilista, la del “hermano Gustavo” se acerca más al planteo de Sartre de que “la vida es una pasión inútil”.
Y aunque termine revelando, con ironía cruel, el lado más humano de las personas que menciona, no me atrevería a equiparar el talento del “hermano Gustavo” con el de Chéjov. Quizás esté más cerca del que Lichtenberg sostiene en su aforismo: “el punto más alto al que puede llegar un espíritu mediocre, pero provisto de experiencia, es el talento de descubrir las debilidades de las personas que valen más que él”.
Finalmente el autor nos deja una moraleja que acaba convertida en paradoja. Después de condenar el pasado termina ofreciendo, como salida al drama, la vuelta a él.

Opinión
Ud. que para disfrutar del arte está acostumbrado a suspender la incredulidad, quizá no haya reparado en que no se trata de ficción. Pero a mí, que soy escéptico, no me engaña. Esto no es ficción, esto es pura política.
Si el autor reconoce que él y sus personajes tiene una historia en común y que en ese devenir construyeron un lenguaje en el que todos se reconocen y que podría provocar la envidia de cualquiera ¿Por qué ese empeño en darle la espalda a esa historia y degradarla? ¿Por qué ese mirar hacia atrás con la lógica de Terminator?
¿No será que los males y debilidades que el “hermano Gustavo” les achaca a los personajes son en realidad el reflejo de sus propios temores y debilidades?.
¿No será que todo nace de un gran dolor que le embarga y sobre todo del miedo, de ese miedo que siente porque los años han pasado y porque él ahora es grande y los anhelos de “revolución” se esfuman?

Consejo
Como sospecho que Ud. comparte las mismas ilusiones que el autor y los personajes dicen profesar, me permito aconsejarle:
Por qué carajo no asumen de una vez la historia sin beneficio de inventario, dejan en paz a los muertos, pero sobre todo a los vivos, y dedican todos los esfuerzos en la comprensión de la insondable realidad para luego actuar en consecuencia.
Que la libertad, amigo mío, no consiste, como nos dice Engels, “en el ensueño de una acción independiente de las leyes de la naturaleza, sino en el conocimiento de esas leyes y en la posibilidad, así dada, de hacerlas obrar en un sentido determinado”.
En todo caso, y con esto concluyo, aprendan a ser capaces de vivir simultáneamente distintos niveles de realidad, como los esquizofrénicos, aunque teniendo en cuenta las siguientes recomendaciones: no perder la brújula en el viaje, mantener siempre en la mira al enemigo, no sacralizar los medios, no olvidar nunca los fines y sobre todo no perder jamás el control sobre sí mismos.

18 de octubre de 2005

Lengua













Marx anunciaba hace 150 años que los filósofos se habían dedicado hasta ese momento a entender y explicar el mundo, pero que había llegado la hora de cambiarlo.
Y Ud. que se pasó la vida luchando para que el mundo cambie, ahora resulta que se le ocurre la “original” idea de entenderlo y explicarlo.
¿Me está jodiendo?. O anda de contramano o le está pasando lo de Mafalda, que como no cambió al mundo, éste terminó cambiándolo a Ud.
Aunque creo que tiene a su favor la edad suficiente para plantearse cuestiones existenciales.
Pero si persiste en el intento, le doy un consejo: largue los “clásicos” de las ciencias sociales, no se convierta en “arqueólogo ideológico”, como Ud. dijo por ahí.
Remítase a la ciencia madre de todas ellas, haga uso de la semántica. Porque los imperios desaparecen, las religiones se disgregan, las ideologías se disipan, pero las palabras permanecen.
¿Que le defina qué es la semántica?
Empezamos mal. Cuando al genial Loius Armstrong le pidieron que defina al jazz, éste le contestó: “si va a preguntar qué es, no llegará nunca a saberlo”.
Por eso no corra a agarrar el diccionario, porque sólo le dirá que “es el estudio de las palabras”, es decir le contestará con más palabras.
Porque el verdadero significado de las palabras lo encontrará en el uso que se hace de ellas y no con lo que se dice de ellas; el diccionario sólo es útil para hacer crucigramas.
Por lo tanto es oportuno prestar atención no a las palabras en sí mismas, sino a las reacciones de los “giles” frente a ellas. Porque lo que para unos es trapo para otros es bandera.
¿Me sigue?.
A continuación le detallo un compendio semántico que le puede resultar de gran utilidad.
Nuestros hábitos cotidianos de lenguaje nos llevan a creer ingenuamente que todos los objetos poseedores del mismo nombre merecen la misma respuesta. Y que todo objeto tiene el nombre correcto y que ese nombre designa su esencia.
Desde ese punto de vista, el más común de los puntos de vista, la democracia es la democracia, el socialismo es el socialismo, la libertad es la libertad, los militares son los militares, el peronismo es el peronismo, y los buenos son los buenos y los malos son los malos.
Grave error si ésta es la suposición que funciona porque estaría expuesto a producir respuestas prematuras y a cometer errores, lo que en política puede llegar a ser un crimen.
También, por lo general, usamos las palabras para engañarnos a nosotros mismos, aunque es un pecado que solemos atribuirles siempre a los demás. Y tendemos a creer que las formas en que nosotros usamos las palabras son las correctas y que los que usan esas mismas palabras pero con otro sentido, son ignorantes, deshonestos o estúpidos.
A diferencia de una persona sana que reacciona ante cada hecho de acuerdo con el lugar, el momento, las circunstancias que lo rodean, experiencias, deseos, esperanzas y temores, hay quienes reaccionan predeciblemente, con preconceptos, conceptos fijos e inalterables, lo que Ud. llamaría prejuicios, y que están inevitablemente organizados alrededor de palabras.
Son los que identifican todo bajo un mismo nombre: los peronistas, los militares, los políticos, las mujeres, los judíos y los negros.
Estas generalizaciones, o simplificaciones, son respuestas primitivas que se producen en el sistema nervioso del hombre, pero son comunes a todas las especies y muy frecuentes en la naturaleza. Aunque siendo útiles en condiciones normales, pueden resultar fatales bajo condiciones más complejas.
Para un peje, por ejemplo, algo que se mueve o brilla es comida y esa “generalización” o “simplificación” le permite sobrevivir, aunque no siempre.
Pero Ud. que es un ciudadano común necesita algo más para sobrevivir. Es más, necesita romper con esos esquemas primitivos de identificación para que algo cambie.
Lengua viva
El lenguaje de la vida cotidiana es un lenguaje heredado y desarrollado a través de las vicisitudes de la vida. Somos lo que somos por los “viejos”, por la escuela, por lo que leímos, por lo que soñamos, por lo que amamos y odiamos, por nuestros amigos y por nuestros enemigos; y sobre todo por la cantidad de tiempo y credulidad invertidos en los medios masivos de comunicación.
Y si ese lenguaje coincide con los códigos semánticos de la mayoría, es decir si Ud. piensa en los mismos términos que un Santo o una Magdalena, quédese tranquilo, Ud. es una persona normal.
Si por el contrario sus códigos difieren con los de esa “mayoría”, Ud. sería “individualista”, “original”, “excéntrico”, “revolucionario” o “loco”, de acuerdo al grado de peligrosidad que le resulte al sistema.
Y siendo un descreído de las ciencias, como lo soy, debo reconocer que esto que le estoy diciendo lo entienden bien los científicos, para los cuales el valor de un término está en las demostraciones y no en las definiciones verbales.
Justamente hace poco se cumplieron cien años de la creación de la famosa fórmula E=mc2 y si no fuera por las demostraciones, le apuesto doble contra sencillo, que hoy Einstein no sería un genio.
Ejercicio de lengua
Y ya que estamos con la ciencia, le paso a continuación un ejercicio que tomé prestado de un estudioso, a su vez tomado de las matemáticas, que puede resultarle beneficioso para mejorar los hábitos semánticos a la hora de interpretar al mundo; se trata de ponerle un número índice a las palabras, por ejemplo A1 no es A2.
El significado de la fórmula consiste en que en vez de pensar en burdas generalizaciones lo hagamos y entendamos por las diferencias. Esto nos obligaría a pensar antes de hablar, pensar en términos de hechos y situaciones concretas y no de asociaciones verbales. En términos prácticos sería por ejemplo: Chica 1 no es lo mismo que Chica 2 y mucho menos que Chica 3.
De esta manera la costumbre de colocar índices en los términos le permitirá reconocer el absurdo de las identificaciones basadas en la identidad del nombre. Y podría salvarlo de vez en cuando de morder el anzuelo; como que para un ratón el queso es el queso, lo cual explica por qué siguen funcionando las tramperas.

Si le parece que me tomé demasiado de su tiempo para explicarle algo de la semántica se debe a que estoy convencido que comprender cabalmente la diferencia entre las palabras y las cosas que ellas representan es estar preparados para percibir mejor las diferencias y las semejanzas en el mundo.
Y porque creo además que le será muy útil, sobre todo en vísperas electorales, para no terminar, como en Fangal, siendo “un gil que alzó un tomate y lo creyó una flor”.

10 de octubre de 2005

Robespierre
















Robespierre, de Jorge Thenon

En la extensa introducción a la historia del personaje en cuestión, el autor desarrolla la hipótesis central del libro y sobre la cual va a trabajar. Y me parece oportuno realizar algunas consideraciones justamente sobre esa primera parte.
Él intenta refutar a los que explican el mundo a través de los “factores” (en este caso los factores psicológicos) y acierta en el enfoque. Pero finalmente comete el mismo pecado que sus refutados, porque, como no podía ser de otra manera, será presa de su época y de sus dogmas políticos .

Lo del huevo o la gallina
En el momento de la edición del libro, mediados del Siglo XX, las ciencias sociales y políticas tenían como paradigmas dominantes a Freud y a Marx y era difícil no caer bajo el influjo de semejantes hechiceros.
No nos olvidemos que Bs.As. llegó a ser unos años más tarde, por la cantidad de psicoanalistas por habitante, la capital mundial del psicoanálisis y aún faltaba mucho tiempo para la caída del Muro de Berlín y para la reconversión de China al capitalismo.
No pudieron prever esos genios creadores de las más originales estructuras teóricas que produjo el pensamiento occidental, que gracias a sus epígonos, al Valium y al Prozac, y a Reagan y Woytila, el que los cita hoy se convierte prácticamente en arqueólogo ideológico.
A mi modo de ver, por el consumo de marxismo y psicoanálisis en boga, el autor terminará encerrado entre anteojeras que le impedirán una correcta visión. Víctima de sus “dogmas”, navegará entre dos mundos a simple vista imposible de conciliar. Porque aunque muchos lo intentaron, el psicoanálisis y el marxismo han sido como el agua y el aceite, imposibles de amigar (Es que siempre han sido usados como dogmas y no como andamiajes teóricos sobre los cuales reflexionar).
Thenon sostiene que los hombres de ciencia (se refiere a los estudiosos de las conductas individuales) concedieron un excesivo valor a los detalles personales en detrimento del contexto histórico, convirtiendo una porción de verdad en toda la verdad.
Es decir, critica acertadamente a los que elevan a causas generales del proceso histórico las conductas individuales y no tienen en cuenta las “relaciones de producción” en el comportamiento del hombre.
Pero como psiquiatra que es, no puede desconocer que muchas de las “verdades” de la psicología son absolutamente ciertas. Incluso varias veces elogia los descubrimientos de Freud y reconoce que de su obra se desprenden algunas observaciones ingeniosas y exactas, como la naturaleza del vínculo que une a la multitud y a ésta con el jefe.
Aunque cae en el error que le imputa a los demás cuando pretende probar sus tesis valiéndose de los mismos argumentos que desacredita. Quiere demostrar, usando el marxismo, que los condicionamientos históricos (lucha de clases, relaciones de producción, etc.) determinan las conductas individuales y no al revés.
Dice bien que... los sabios buscaron la causa de las revoluciones y las guerras no en las contradicciones propias del régimen social sino en los arcanos del inconsciente individual y colectivo. Pero al dar vuelta la taba y buscar las causas originales de la conducta individual en la lucha de clases y las relaciones de producción, comete el mismo desatino del que acusa a los sabios, la sobreestimación de un valor.
Coincido con él cuando sostiene que si el método de análisis no tiene contacto con la realidad se llegará a un error. Pero cuando critica a un psicoanalista, Laforgue, porque éste afirma que la avidez y la codicia son inmanentes al espíritu humano y no producto de un sistema determinado de intercambio de la riqueza, debería saber que las conductas individuales y sus formas colectivas, aunque puedan o no definir por sí solas un contexto, son per se, una realidad incontrastable y no fruto directo de los modos de producción.
También el amor, la bondad y otros sentimientos, negativos y positivos, forman parte de la naturaleza humana. Algunos biólogos, por ejemplo, afirman que si la condición natural de los humanos no hubiera sido el altruismo y la solidaridad, la especie humana se habría extinguido inexorablemente. Aunque es cierto que bajo determinadas condiciones histórico-sociales, se exacerban más unos u otros.
En el alma del protagonista, afirma Thenon, participan dos clases de elementos: los instintos por un lado y por otro lo adquirido socialmente. Y en la lucha por la satisfacción de los deseos instintivos no se puede eludir el obstáculo que se interpone, la estructura social, y que se reflejan en su conciencia.
Esto es dialéctica pura, a condición de que no se quede ahí, que fluya, porque esa estructura social es un producto de los seres humanos, esos mismos que poseen instintos y condicionamientos sociales.
Porque la magnitud de los acontecimientos determinados por un azar o una actitud psicológica depende de las circunstancias históricas. Pero esas circunstancias históricas no son una abstracción sino una realidad, determinada entre otras cosas, por el azar y las actitudes psicológicas.
En resumen: las dinámicas biológicas, psicológicas y sociales se articulan en lo humano como piezas de un gran y complejo rompecabezas y es altamente ineficaz buscar el principio fundacional, el Big Bang de los orígenes. Porque de lo que se trata es de comprender esas dinámicas en su totalidad.
Para suplir nuestras propias carencias es sano y necesario recurrir al genio de otros. Pero no como delirantes que prefieren las soluciones simples e inmutables de los dogmas, o como perezosos mentales que eligen la facilidad del dogma, sino como una mejor forma de comprender e interactuar la realidad.

La indefensa Argentina y los "desmalvinizadores"



El antes militante que escritor, o “más que un hombre de letras, un hombre que escribe letras para los hombres”, Rodolfo Balmaceda, pone de relieve en “La Argentina indefensa” de Ediciones Causa Nacional, aspectos muy poco tratados de ese acto trascendental que significó la recuperación de las Malvinas por parte de la Argentina.
El libro no intenta hacer la historia de la guerra, hay bastantes libros que se encargan de ella, sino del significado político de la misma desde la perspectiva del interés argentino
¿La Argentina perdió la guerra de Malvinas? ¿Existió y/o existe una orquestada campaña de “desmalvinización”? ¿Corre riesgo la integridad territorial argentina?, preguntas que debería hacerse cualquier argentino biennacido y que Balmaceda no sólo se las hace sino que, y eso es lo ciertamente meritorio, se esfuerza por responderlas.
Sostiene que la Argentina no perdió la guerra en la batalla de Puerto Argentino (después de todo en una guerra se pueden perder muchas batallas), sino a partir de ella, cuando el “olvido” se hizo militante (sólo hay vencido cuando éste deja de luchar).
Este “olvido”, que Balmaceda llama “desmalvinización”, sistemáticamente sugerido y enseñado a través de todos los medios posibles, sería producido por la inteligencia británica y pragmatizado por “los cipayos a sueldo y ad-honorem”, especies abundantes en estas tierras (sobre todo los últimos). El objetivo: generar conciencia de derrotado, de vencido y, en última instancia, la pérdida del sentido de pertenencia a una nación.
Dejar en claro la opinión de los hombres públicos durante y luego de ese gran acontecimiento histórico, y no como un buscador periodístico de banalidades insustanciales sino para demostrar cabalmente la hipótesis central del libro, es sin duda alguna, un gran acierto.
Si se le reprocha al gobierno militar esconder lo “malo” de la guerra, los gobiernos democráticos que le siguieron y la opinión pública, por sentimiento de culpa, de inferioridad o por complicidad manifiesta escondieron lo “bueno” y se regodearon, y aún lo hacen, con las “miserias” de la misma (comunes por otro lado, a toda guerra). Esto demostraría claramente que el autor no anda muy lejos cuando afirma que los desmalvinizadores existen.
La geopolítica, una materia que ha dejado de circular en el mundo marginal, pero no en los países serios del mundo que no la venden pero sí la utilizan (el ejemplo más reciente es Irak), en uno de sus principios sostiene que se debe “operar el avance por la línea de menor resistencia”. Por eso hace bien Balmaceda, en una época y en un mundo ávido de recursos naturales estratégicos como el petróleo y el agua y donde se presentan doctrinas que consideran que “ciertas regiones del mundo no pertenecen a nadie”, en preocuparse, en esta Argentina “indefensa”, por la Patagonia y la Antártida.
Finalmente, de la lectura del libro, a pesar de los más de veinte años de la feroz campaña para demostrar que fue una “aventura irresponsable”, el sentimiento patriótico aflora. Y ese mérito no es poco. Porque como dice Manuel Ugarte, citado en la obra, “si no queremos ser mañana la raza sojuzgada que se inclina medrosamente debemos ser profundamente patriotas”.

30 de septiembre de 2005

Primavera del '73,cuando todo el mundo era joven



Algunas fechas caen bajo el influjo de determinados momentos de la historia y sólo serán libres para expresar ese designio, convertidas en nombres propios de una época. “17 de Octubre”, “Mayo del ’69”, “Marzo del ´76”, por citar algunas, las más conocidas, son claros ejemplos.
“Septiembre del ’73”, aún degradada, sigue teniendo a mi entender, el mismo mérito que las anteriores.
Sin embargo muy pocos recuerdan hoy esa alegre y acotada primavera en que el pueblo, rabiosamente expoliado por dieciocho años, pudo al fin elegir libremente a su candidato, en la histórica elección de Perón por tercera y última vez como presidente.
Pasaron tantas ilusiones, tantos desencantos, tantos muertos desde entonces que la evocación puede ser tan dolorosa como necesaria. Es que en aquella época en que todo el mundo era joven, las políticas solían tener una expresión brutal.
El día anterior y el día menos pensado
Los militares de la “Revolución Argentina”, debilitados por las protestas populares, se vieron forzados a prometer elecciones y esto obligaba al diálogo con Perón. Pero pretendían poner condiciones: que éste se autoexcluyera. Muchos creyeron ver en la estrategia de Lanusse, el famoso Gran Acuerdo Nacional (GAN), la intención de obtener la presidencia para él con el apoyo del peronismo. En realidad, el fracasado poder militar buscaba una salida honorable, pero les salió por la culata. Perón rompe el diálogo iniciado al dar a conocer públicamente las negociaciones con Lanusse.
La salida política producto de ese fracaso determinó la candidatura y elección de Cámpora. Porque con la finalidad de impedir la candidatura de Perón, surge la famosa cláusula de residencia por la cual no podía ser candidato si no regresaba antes de una determinada fecha. Pero fruto de la proscripción de Perón, el gobierno de “el tío” no podía ser más que transitorio.
Finalmente el 23 de septiembre del ´73, Perón triunfa holgadamente con el 62% de los votos. Sin embargo la victoria electoral no aplacará la furia de sus enemigos, entre ellos los grupos armados, que pondrán en jaque a la fórmula elegida. Los convictos y nunca confesos montoneros, por ejemplo, asesinan a Rucci, máximo jefe sindical y mano derecha de Perón, a pocas horas del comicio.
Era inútil, el culto a la muerte y la violencia como arma política, que se habían puesto trágicamente de moda algunos años antes, no acabaron esa primavera, seguirían en una corriente vertiginosa en los días posteriores a septiembre y hasta la muerte de Perón. Y también después, mucho tiempo después.
Una mención especial merecen estos grupos terroristas que se decían peronistas. Será fácil determinar hacia quién se dirigían y a quienes beneficiaban con su accionar para definirlos. Con la provocación a Perón pondrán de relieve su verdadera naturaleza. En definitiva terminaron poniendo entre la espada y la pared, en un callejón sin salida, a Perón y al peronismo al atribuirles a éstos caracteres que no poseían.
En ese marco y bajo la presión de tamaños enemigos el viejo general Perón se quedaba sin tiempo. El primero de julio no tardaría en llegar. Y el gran mediador podría decir como Moreno: “ me voy, pero la cola que dejo será larga”.
Detalle no menor
Hubo en esa histórica elección un detalle no menor. Perón participaba en el comicio encabezando dos boletas, una la de su partido (Partido Justicialista-Frejuli) y otra la del FIP (Frente de Izquierda Popular). Era esa la primera vez que Perón prestaba su nombre para ser candidato de otro partido y si bien es cierto que como le dijo a una delegación del FIP que lo visitó en Gaspar Campos, demostrando su pragmatismo y su fina ironía, “maiz por maiz, me como el maizal”, es bueno recordar que esa boleta que contribuyó con casi 900.000 votos al triunfo, tenía como lema “Liberación y Patria Socialista”. Quien elegía esa boleta no sólo elegía a Perón, elegía también el socialismo.
Sin embargo toda la canalla descreída de la época, el día después del comicio, sostenía que los votos del FIP sólo podían ser producto de la confusión del electorado porque las dos boletas llevaban el mismo candidato.
Mario Vargas Llosa, durante la campaña electoral en Perú, donde él era candidato a presidente, cuando le preguntaron por qué había gente que prefería aún el socialismo, sostuvo: “...no todos pueden vivir sin utopías y el capitalismo es tan sólo una respuesta práctica para los problemas diarios”.
Aquellos que votamos a Perón esa primavera del ´73 con la boleta del FIP, no éramos ni discapacitados visuales ni incapaces mentales que no pudiéramos distinguir entre las dos boletas que encabezaba Perón.
Ni tampoco escépticos como el gran escritor, por supuesto, porque lo hacíamos desde la esperanza y con la convicción de que el capitalismo no era una respuesta práctica a los problemas diarios, sino más bien todo lo contrario. Y la “utopía” de una sociedad sin opresores ni oprimidos, era para nosotros, en ese momento, una posibilidad cierta.

29 de septiembre de 2005

Sentidos



Cada vez que algo sucede, bueno o malo, es esencial conocer la causa para predecir hechos futuros y saber obrar en consecuencia. Cuando dejamos de interpretar los hechos, encontrarle el sentido a lo que ocurre en el mundo, nuestra existencia se disipa entre la incoherencia y el absurdo.
Así nos pasamos la vida, luchando por un sentido, aún al precio, muchas veces, de producir sin sentido. Y si en esa búsqueda de explicaciones y causas no las encontramos, únicos elegidos con los cinco sentidos para crear ficciones, fácilmente las inventamos.
Porque una respuesta rápida más o menos satisfactoria es preferible a otra perfecta, pero lerda. Y una respuesta errónea puede resultar más útil que la falta de respuesta. Aunque no basta que ésta sea asombrosa, bella o ingeniosa, debe además tener sentido.
Por ejemplo, para darle sentido a lo que decimos: las acciones políticas nunca tienen sentido en sí, sino que el verdadero sentido se nos revela por el sentido que nosotros le atribuimos. Es decir, se hace necesario un marco de referencia que esté fuera de lo que se analiza para interpretar el sentido de un hecho puntual.
Un cuarto oscuro carece de sentido político hasta que lo interpretamos como manifestación sentida de la soberanía popular.
Desde hace muchos años la ciencia parece ir en sentido correcto para encontrarle respuestas a los misterios de la vida, respuestas que ya los antiguos conocían, aunque a través de otros sentidos. Y nos encontramos que lo que antes no tenía ningún sentido, ahora sentimos que lo tiene.
Como nada de lo humano tiene sentido si es ajeno al sentir humano, es recomendable aguzar los sentidos, porque cuando hablamos de sentidos, tiene sentido referirnos al órgano de los sentidos.
La conciencia humana tiene su expresión física en el cerebro o el cerebro tiene una expresión etérea en la conciencia, según sea el sentido de la corriente filosófica. Sabemos que posee el cerebro dos hemisferios, el izquierdo y el derecho, de los cuales salen ideas, en sentido metafórico y como manera de darle sentido a los fenómenos del mundo.
Las ideologías suelen ser productos directos de esos hemisferios. Y resulta que en general, según la actividad de cada uno de nosotros, predomina uno u otro de esos hemisferios y no en sentido figurado.
Pero el contrasentido está en que el cerebro izquierdo prefiere expresarse con los modos de la derecha, mientras el derecho con los modos de la izquierda. Y mientras el sentido izquierdista hemisferio derecho se maneja en sentido de la intuición, el resentido derechista hemisferio izquierdo prefiere hacerlo en sentido lógico.
Téngase en cuenta que sólo a través del buen sentido tiene sentido este doble sentido, sino solamente será un contrasentido.En todo caso para no quedar sentidos o resentidos, hay que darles el sentido pésame a los que pretenden embargarnos los sentidos, los que aspiran a hacernos perder los sentidos, o más grave aún, los que se empecinan en quitarnos el que debería ser el más común de los sentidos, el humor

22 de septiembre de 2005

Variaciones sobre la Deuda 2



Las deudas sobre la mesa

Los argentinos nos levantamos un día y nos informamos que debíamos cada uno de nosotros una cantidad de dólares que en mi puta vida, le juro, pasaron por mis manos.
Para enterarme de los porqué de tamaño endeudamiento, acepté la invitación a la mesa redonda que muy atinadamente Ud. bautizó La Deuda, así, en mayúsculas. Y ese fue el motivo por el cual me hice presente la otra noche en la sucursal local de la Universidad de Ciudad de la Virgen.
En los papeles parecía que todo saldría como lo habían planificado, según Ud. me refirió.
Los oradores perfectamente invitados, implicada la dirección universitaria, con la cobertura de los medios masivos y la complicidad del centro de estudiantes.
Sin embargo, como decía Macedonio “en esa fiesta había tantos ausentes que si faltaba uno más no tenía sitio”.
Demasiado valioso es Ud. para desperdiciarlo en un fracaso anunciado.
Ud. podría, con un elegante paso al costado, haber producir un hecho político. Podría perfectamente haber descubierto la trama, haberse subido al carro de los derrotistas.
Aunque yo que lo conozco, sé que Ud. siempre será fiel a sus principios, pero alguna vez, por su salud mental se lo digo, debería haber sopesado más los fines.
Porque Ud. es un ingenuo, permítame que le diga. Sus errores de cálculo terminaron siendo de colección.
¿Para qué organizar una mesa redonda sobre la hipoteca mayor que soporta la Argentina? ¿A quién cree que le importe? ¿A quién le agrada que le recuerden sus deudas?. Si teníamos todo arreglado, ya estábamos tranquilos con la “quita”. Y si finalmente no la podemos pagar, que la pague Montoto.
Para colmo justo ese día se cumplían 50 años del golpe de estado del 16 de septiembre del ´55, de aquel acontecimiento donde al gran general lo desalojan del poder, pero no de la historia. Y estábamos a poco más de treinta días para las elecciones generales de octubre donde habrá reválida de títulos.
Faltaba a la cita el Orador Principal, el peronista candidato a diputado por la Izquierda Gorila. El hijo del padre que le aseguró a Ud. que iba a estar, aunque le faltó decir ausente.
Y lo vi a Ud., pasada ya la hora del comienzo del evento, seguir afirmando a la Responsable Universitaria la presencia del Orador Principal, mientras se lo veía en la tv a éste pasearse por la Plaza de Mayo, muy lejos de allí, en vivo y en directo.
Y cómo no se le ocurrió pensar, iluso creyente de la palabra empeñada, que en plena campaña electoral es más rentable una cámara de la televisión nacional que un diálogo con jóvenes universitarios del empobrecido conurbano bonaerense. Y que además el tipo andaba en los preparativos del cumpleaños del viejo, el número ochenta, que se festejaba al día siguiente.
Tampoco había aparecido el Tercer Orador.
Sólo quedaba una jugada, la de bajarse. Alternativa en la que coincidían tanto Ud., como el otro miembro del Círculo Organizador y también la Responsable Universitaria.
Pero no contaban con el Segundo Orador, el máximo gladiador ideológico, el hasta ese momento único orador presente y a quien, con sus principios blindados, nunca se le podía pasar por la cabeza la idea de que si había hecho 35 kms. para llegar hasta ahí, se fuera sin pronunciar palabra alguna.
Finalmente, ante la resignación, comenzó el acto.
Y cuando todo parecía encaminarse a un dulce y monótono monólogo de revolucionario tardío, apareció el retrasado Tercer Orador. Que cuando le tocó el uso de la palabra, comenzó justificando su demora con un alevoso reproche a Ud. por haberle informado incorrectamente los horarios iniciales, continuó con una recriminación a esos ingratos estudiantes ausentes y concluyó con un discurso eficaz, apenas, para cautivar a la propia tropa, pero que incita sólo a la flagelación de la nostalgia.
Esto es lo que se dice que todo salga perfectamente, perfectamente como el culo.
Que el diablo metió la cola no tengo ninguna duda. ¿Por qué sospecho que todo fue planificado por el diablo?. Porque hay que saber mucho como él para equivocarse en todos los puntos y no casualmente en algunos.
También merecería un párrafo aparte el Círculo Organizador, esos mundos paralelos que forman ese triángulo de cuadros contrariados. Porque tres, siempre le digo, es un número místico. Y sus componentes deben estar lúcidamente preparados para integrar una ménage a trois.
Gracias por la invitación, se lo agradezco porque aprendí mucho. ¿Sobre la deuda? ¡No!, sobre la deuda no, acerca de la conducta humana aprendí mucho.









Variaciones sobre la Deuda 1

La Deuda
La Deuda Externa es una realidad a la cual no se la puede ignorar, ni tampoco subestimar. Sin embargo durante mucho tiempo fue prácticamente desestimada. Tanto es así que hasta un presidente constitucional sostenía que se pagaba con dos cosechas.
Argentina es de esos pocos países, si no el único, que se autoabastece de alimentos y combustibles y que además los exporta y no ha tenido nunca grandes desastres naturales, muy comunes en otros lugares del mundo.
Sin embargo es uno de los más endeudados en relación al tamaño de su economía.
Por eso resulta a todas luces llamativo el gigantesco endeudamiento externo alcanzado, de un nivel tal que aún queriendo cumplir con los compromisos asumidos es prácticamente imposible hacerlo, a riesgo de poner a vastos sectores de la población en el límite de la subsistencia.
En el año 1982 el fallecido Alejandro Olmos, en una cruzada solitaria, inició una causa judicial con el objetivo de investigar los motivos del endeudamiento durante la dictadura militar, embrión de lo que va a ser después el monstruo de la deuda.
Contaba con suficientes pruebas como para presumir el carácter fraudulento de la misma.
Se citaban, entre otras, las siguientes:
*La inexistencia de un registro contable de la deuda externa, de sus intereses y de los avales del Estado.
*El desconocimiento del monto real de la deuda (discrepancia entre los balances y los registros).
*La existencia de una contabilidad paralela en el Banco Central.
*Los créditos tomados en bancos extranjeros eran depositados en plazos fijos en esos mismos bancos, a una tasa de interés inferior a la que se pagaba por conseguir dinero.
*Las empresas públicas eran obligadas a endeudarse para obtener divisas con las que sostener la apertura económica. Los dólares quedaban en el Central y a las empresas se les daban pesos al cambio oficial que no era el que regía en el mercado.
*Las divisas obtenidas eran volcadas al mercado para favorecer la política de apertura económica. Como ejemplo de esto se cita a YPF que hasta el golpe militar tenía una deuda de 372 millones de dólares y en 1983 de 6.000 millones de dólares.
*No había control sobre la deuda contraída con avales del Estado por las empresas privadas.
*El Estado se hacía cargo de la deuda externa privada, en primer lugar a través de los avales, luego a través de los denominados “seguros de cambio”.
Todos estos elementos pueden ser útiles como aportes para el gran debate que se debe el país.
Debate que debería elevarse por sobre postulados técnicos, que suelen encubrir intereses particulares, para encontrar una respuesta al problema de la deuda en el marco de la solución de los problemas generales de la Argentina.



18 de septiembre de 2005

El terror, la muerte y las imágenes

En un mundo “globalizado”, pero además “mediatizado”, como el actual, el terrorismo se convirtió en un fenómeno tan cotidiano como conmovedor. Desde luego no es novedoso el terror como arma política, ya que ha sido siempre una constante en la historia humana (los argentinos también tenemos una triste experiencia al respecto). Pero es casi inevitable que ante cada hecho de esta naturaleza, a simple vista de una irracionalidad manifiesta, se haga necesario un gran esfuerzo para encontrarle una explicación racionalmente aceptable.
En la búsqueda por explicar el terrorismo, lo podemos abordar desde distintas perspectivas, desde la filosofía, desde las ciencias humanas o desde la religión. Y seguro encontraremos argumentos suficientes, tanto para justificarlo (algunos) como para reprobarlo (muchos).
Pero me parece interesante analizarlo, no por los motivos por los cuales se justifica ante el mundo (la injusticia, la opresión, la seguridad, etc.) sino por lo que produce, lo que cosecha. Como en una novela policial cuando se trata de encontrar el culpable, a través de saber quién saca ventaja del crimen, quién se beneficia.
Sabemos que el miedo a la muerte es universal para todos los seres vivos, llámese instinto de conservación o necesidad innata de la continuación de la especie. Pero en el ser humano esto se agrava porque es el único ser consciente, además, de su propia finitud.
Por eso las imágenes y los símbolos que refieren a la muerte suelen tener efectos perturbadores sobre el observador de las mismas y producir en el individuo y en la sociedad consecuencias perdurables. Pueden generar desde pánico hasta recelo o sosiego, pero jamás son gratuitas o pasan desapercibidas. Desencadenan sentimientos que van desde lo terrorífico hasta lo placentero. Una calavera o un cadáver ensangrentado o mutilado llevan al terror, pero la imagen de un familiar muerto puede significar alivio y tranquilidad. Si para el terrorista suicida la imagen de la muerte debe ser apacible, porque no podría inmolarse si no fuera por una mejor vida o por la salvación eterna, sin embargo para sus víctimas, las imágenes son terroríficas.
Las religiones, que de esto saben bastante, suelen manejar los símbolos y las imágenes como forma de alivianar el drama inevitable de la muerte o para generar fidelidad a través del temor (por ejemplo las imágenes infernales). La cruz cristiana sería una mixtura, una síntesis perfecta: desgracia por la muerte y al mismo tiempo redención.
En el ámbito de la creación artística, esta influencia de los símbolos o las imágenes, la conocían desde el hombre primitivo hasta los griegos, que ya sabían de la influencia del drama en el espectador. Sin embargo a partir de Freud y al auge de las ciencias psicológicas, el estudio de estos fenómenos se hizo sistemático.
En un reciente trabajo de investigación de una universidad norteamericana, para comprobar el poder de las imágenes, se reunió a diez estudiantes, cinco demócratas y cinco republicanos y se les pidió, en el momento del almuerzo, que le proporcionaran al resto del grupo una cantidad de salsa picante en la comida. La distribución fue equitativa, una cantidad pequeña para todos sin distinción de pertenencia.
Pero la sorpresa no tardaría en llegar cuando a una parte de los estudiantes se les hizo ver imágenes relacionadas con la muerte. Llegado el momento de repartir la salsa picante, el grupo que vio esas imágenes repartió a su grupo de pertenencia la misma cantidad de salsa que la primera vez, pero a los integrantes del otro grupo les suministró el doble.
De esta manera se demostraba el poder que las imágenes ejercían sobre la conducta individual y por consiguiente en su comportamiento social. Ante la muerte, inconscientemente, al atemorizarnos, se producía un acercamiento al grupo de pertenencia (social, político, racial, religioso, ideológico, etc.) y al mismo tiempo agresividad al extraño, al otro.
Con los aztecas, una cultura a nuestros ojos particularmente sangrienta, sucedía algo similar. No solo se sacrificaban a los enemigos de la manera impiadosa conocida sino que además todo su arte reflejaba los sacrificios y eso no serviría para obtener buenas cosechas como creían, sino para generar temor y de esa manera fortalecer sus rígidas estructuras sociales, esa pirámide formada por la masa (pueblo y público de los sacrificios), los guerreros (proveedores de víctimas), los sacerdotes (verdugos) y la corona (los reyes).
Otro ejemplo del poder de las imágenes lo prueban los etruscos. Hace muy poco los arqueólogos descubrieron tumbas de ese pueblo en un muy buen estado de conservación y se encontraron con algo que, aparentemente, no tenía ninguna explicación. En algunas tumbas las imágenes que las rodeaban era plácidas y alegres y en otras eran terroríficas. La pregunta era ¿Por qué?. La solución al enigma apareció cuando se reveló que las tumbas correspondían a distintas épocas históricas.


Los etruscos eran un pueblo muy especial que vivieron en forma pacífica durante largo tiempo y a ese período correspondían las imágenes alegres y esa era la forma en que enfrentaban la muerte y celebraban a sus muertos.
Pero en algún momento apareció el peligro romano y las imágenes alegres se trastocaron en terribles. Y esas imágenes terroríficas servían para aleccionar al pueblo sobre la necesidad de la resistencia, para no morir a manos de los enemigos que venían por sus vidas y por sus bienes.
Estas investigaciones pueden ser útiles para comprender, por lo menos en algún aspecto, el fenómeno del terrorismo, de cómo influye en la sociedad y sacar conclusiones.
Cualquier observador poco distraído podría percibir por ejemplo que, después del atentado a las Torres Gemelas, además de proporcionar una excusa perfecta para la invasión a Irak, se fortaleció la estructura represiva y a los sectores más retardatarios de la sociedad norteamericana, como los vinculados a la industria de la defensa. Y que a dos días de los atentados del terrorismo islámico en Londres, los diarios informan de atentados contra la comunidad islámica y alertan del peligro de que se acrecienten (odio al extraño, xenofobia).
En definitiva, el terror encierra en sí mismo una concepción del mundo profundamente reaccionaria. En primer lugar porque da rienda suelta a los instintos más agresivos vinculados con la muerte y a los cuales pone a la cabeza de la conducción de la historia. Y además porque desprecia los bienes más importantes del hombre y que han sido el motor de la historia hasta nuestros días, como la vida, la libertad y la justicia (que son universales y no occidentales y cristianos).
Por eso más allá de las causas por los cuales se pretende justificar ante la historia, ya sea por motivos religiosos o cualquier otro, el terrorismo no deja de ser un método de acción política y debería ser analizado políticamente por las consecuencias de su accionar.