30 de septiembre de 2005

Primavera del '73,cuando todo el mundo era joven



Algunas fechas caen bajo el influjo de determinados momentos de la historia y sólo serán libres para expresar ese designio, convertidas en nombres propios de una época. “17 de Octubre”, “Mayo del ’69”, “Marzo del ´76”, por citar algunas, las más conocidas, son claros ejemplos.
“Septiembre del ’73”, aún degradada, sigue teniendo a mi entender, el mismo mérito que las anteriores.
Sin embargo muy pocos recuerdan hoy esa alegre y acotada primavera en que el pueblo, rabiosamente expoliado por dieciocho años, pudo al fin elegir libremente a su candidato, en la histórica elección de Perón por tercera y última vez como presidente.
Pasaron tantas ilusiones, tantos desencantos, tantos muertos desde entonces que la evocación puede ser tan dolorosa como necesaria. Es que en aquella época en que todo el mundo era joven, las políticas solían tener una expresión brutal.
El día anterior y el día menos pensado
Los militares de la “Revolución Argentina”, debilitados por las protestas populares, se vieron forzados a prometer elecciones y esto obligaba al diálogo con Perón. Pero pretendían poner condiciones: que éste se autoexcluyera. Muchos creyeron ver en la estrategia de Lanusse, el famoso Gran Acuerdo Nacional (GAN), la intención de obtener la presidencia para él con el apoyo del peronismo. En realidad, el fracasado poder militar buscaba una salida honorable, pero les salió por la culata. Perón rompe el diálogo iniciado al dar a conocer públicamente las negociaciones con Lanusse.
La salida política producto de ese fracaso determinó la candidatura y elección de Cámpora. Porque con la finalidad de impedir la candidatura de Perón, surge la famosa cláusula de residencia por la cual no podía ser candidato si no regresaba antes de una determinada fecha. Pero fruto de la proscripción de Perón, el gobierno de “el tío” no podía ser más que transitorio.
Finalmente el 23 de septiembre del ´73, Perón triunfa holgadamente con el 62% de los votos. Sin embargo la victoria electoral no aplacará la furia de sus enemigos, entre ellos los grupos armados, que pondrán en jaque a la fórmula elegida. Los convictos y nunca confesos montoneros, por ejemplo, asesinan a Rucci, máximo jefe sindical y mano derecha de Perón, a pocas horas del comicio.
Era inútil, el culto a la muerte y la violencia como arma política, que se habían puesto trágicamente de moda algunos años antes, no acabaron esa primavera, seguirían en una corriente vertiginosa en los días posteriores a septiembre y hasta la muerte de Perón. Y también después, mucho tiempo después.
Una mención especial merecen estos grupos terroristas que se decían peronistas. Será fácil determinar hacia quién se dirigían y a quienes beneficiaban con su accionar para definirlos. Con la provocación a Perón pondrán de relieve su verdadera naturaleza. En definitiva terminaron poniendo entre la espada y la pared, en un callejón sin salida, a Perón y al peronismo al atribuirles a éstos caracteres que no poseían.
En ese marco y bajo la presión de tamaños enemigos el viejo general Perón se quedaba sin tiempo. El primero de julio no tardaría en llegar. Y el gran mediador podría decir como Moreno: “ me voy, pero la cola que dejo será larga”.
Detalle no menor
Hubo en esa histórica elección un detalle no menor. Perón participaba en el comicio encabezando dos boletas, una la de su partido (Partido Justicialista-Frejuli) y otra la del FIP (Frente de Izquierda Popular). Era esa la primera vez que Perón prestaba su nombre para ser candidato de otro partido y si bien es cierto que como le dijo a una delegación del FIP que lo visitó en Gaspar Campos, demostrando su pragmatismo y su fina ironía, “maiz por maiz, me como el maizal”, es bueno recordar que esa boleta que contribuyó con casi 900.000 votos al triunfo, tenía como lema “Liberación y Patria Socialista”. Quien elegía esa boleta no sólo elegía a Perón, elegía también el socialismo.
Sin embargo toda la canalla descreída de la época, el día después del comicio, sostenía que los votos del FIP sólo podían ser producto de la confusión del electorado porque las dos boletas llevaban el mismo candidato.
Mario Vargas Llosa, durante la campaña electoral en Perú, donde él era candidato a presidente, cuando le preguntaron por qué había gente que prefería aún el socialismo, sostuvo: “...no todos pueden vivir sin utopías y el capitalismo es tan sólo una respuesta práctica para los problemas diarios”.
Aquellos que votamos a Perón esa primavera del ´73 con la boleta del FIP, no éramos ni discapacitados visuales ni incapaces mentales que no pudiéramos distinguir entre las dos boletas que encabezaba Perón.
Ni tampoco escépticos como el gran escritor, por supuesto, porque lo hacíamos desde la esperanza y con la convicción de que el capitalismo no era una respuesta práctica a los problemas diarios, sino más bien todo lo contrario. Y la “utopía” de una sociedad sin opresores ni oprimidos, era para nosotros, en ese momento, una posibilidad cierta.