Vanidades,
cholulismo, periodismo y literatura
Ningún otro acontecimiento refleja, mejor que la Feria del
Libro, la conjunción de la cultura y la “civilización del espectáculo”.
Sin
embargo, el libro no disminuye su importancia en beneficio del espectáculo. En
definitiva el texto se acerca a la distracción y ésta acerca a la gente al libro sin
superposiciones.
Cuando se lanzó la idea, casi cuarenta años atrás, nadie
podía prever que esa apuesta duraría hasta hoy. En un país, como el nuestro, donde
todo dura poco y la continuidad es lo
exótico.
De manera que no era cuestión de desaprovechar la
oportunidad. Sobre todo cuando el
panorama pintaba bien para acordar mis intereses, participar de la presentación
del libro "Las mujeres más solas del
mundo" de Jorge Fernández Díaz, con los deseos del
preadolescente Manuel de visitar por
primera vez la Feria.
De movida entonces, con la colaboración de un primaveral
sábado de otoño, tras caminar lentamente la interminable cola, arrastrados por
la apretada multitud de impacientes, logramos entrar. Prueba, en grado superlativo, el interés que
despierta el evento.
Con la consigna: “cada libro es un mundo, hagamos turismo”
comenzó el desfile por los stands.
Primero el universo ficcional infanto-juvenil, las editoriales fantásticas de las historietas.
Luego, las promesas deben cumplirse, las adultas disertaciones literarias.
Así, Manuel supo, con manifiesto propósito compensatorio, abnegadamente, como los iniciados que participan de una presentación, el significado de la monotonía.
A sala colmada (200 personas) los integrantes del panel, el
periodista Héctor D'Amico, el escritor
Guillermo Martínez y el periodista y escritor Martín Caparrós se convirtieron
en inteligentes diseccionadores de la obra y vida del autor.
Héctor D'Amico, que comparte diariamente con él la redacción
del diario La Nación, habló del lado humano de Fernández Díaz, quien “a la hora
de escribir, se ocupa más de las personas que de los hechos periodísticos”.
Guillermo Martínez, encarándolo desde lo literario, definió al
libro como "un estudio contemporáneo de tipos humanos", recordándole las
Aguafuertes de Roberto Arlt.
Las dudas de Caparrós, al leer estas historias de personas
comunes, por “saber si eran crónicas, si eran cuentos... hasta suspender la
incredulidad para seguir adelante por el mero placer de la lectura”.
"Trato de trabajar esa ambigüedad entre la realidad y
la ficción y tratar de contar los sentimientos y las épicas pequeñas. Contar el
mundo desde abajo", sintetizó el autor.
Descubrió, además, en el público, a varios de los personajes
que aparecen en sus escritos.
A la mamá, que fue la
protagonista de una de sus novelas.
Al productor teatral Jacinto Pérez Heredia, "El chico
que amaba a Greta Garbo". A Caparrós, a Martínez, a D’Amico.
A la cubana
Argentina, "con ella pasó algo muy lindo, muy fuerte y muy extraño. Después
de muchas cosas vividas la mandaron a una psiquiatra. Y la psiquiatra, luego de
escuchar su historia, le dijo que era como para que alguien la escribiera o
hiciera una película. Y ella le contó que yo había escrito eso, y ahí la
psiquiatra descubrió quién era yo. Y lo que yo descubrí el otro día es que esa
psiquiatra es la que atendió a mi madre. La que figura en el comienzo de Mamá
".
"Pero también el libro está hecho de personajes que no se pueden
nombrar", dijo Fernández Díaz.
Se contaba la presencia de conspicuos integrantes de la prensa
no complaciente, la "corporación mediática”. Entre ellos, Pablo Sirvén,
Gustavo Sierra, Carlos Ulanovsky, Luis Majul, Laura DiMarco (autora del libro
sobre la Cámpora), Alfredo Leuco, y otros.
Estaban, también, Laura Ramos, Claudia Piñeiro (ganadora del
premio Clarín de novela), Luisa Kuliok, Jorge Telerman y el ex rector de la UBA Guillermo Jaim Etcheverry .
Un ferviente devoto del cholulismo no podría ser ajeno a
la fascinación del espectáculo.
Pero la mirada debía ponerse en Fernández Díaz. Para qué
había comprado el libro, sino para que me lo dedicara.
La operación consistía en hacer la cola y esperar el turno,
para alcanzar el mérito.
Superadas las tentaciones irracionales y expulsados ciertos
temores, se estableció una conversación, por momentos de índole personal, que
terminó, para alivio de los que esperaban el turno para ser dedicados, con la amable
propuesta del escritor para sacarnos una foto.
Finalmente, merece un destacado la inteligente participación de Alicia, que
recurriendo a la sensatez que la caracteriza, impuso, en la práctica, los
criterios racionales que suele manifestar. "...ahí está Caparrós, dale boludo, ponete al lado que te saco una foto".
De no haber sido por ella esta imagen no existiría.
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