18 de septiembre de 2019

Afán por el arte

Con motivo de la presentación de sus dos últimos discos, Adriana Nano se presentó en La Fábrica del Arte, en San  Miguel, aunque en un escenario no demasiado adecuado para tal fin.
Sin embargo, no estaba  del  todo mal tenerlo en cuenta, porque era gratuito, en un lugar cercano y en un sábado primaveral.
El afán por el arte, al fin y al cabo, suele ser una debilidad que nos impide reparar en las consecuencias.
A los efectos de conseguir una buena ubicación decidí estar bastante antes del comienzo. Grave error. Me esperaba una cola de más de cuarenta minutos, a la intemperie y de dorapa.
Una tortura innecesaria. Porque se podría esperar sentados y adentro.

De todos modos era demasiado tarde para lágrimas.

Ya instalados en cómodas sillas de plástico, en adelante me dispongo a  disfrutar de la principal figura del recital.
El espectáculo se dividía en dos partes.
En la primera, Adriana presenta uno de los discos que contenía temas de su autoría. En la segunda, el otro, dedicado a Astor Piazzolla.
Lamentablemente, para  la intérprete y el público, el sonido defectuoso no armonizaba con el propósito emotivo.
Suele ser dificultoso entender, si no las formas, el contenido del poema musicalizado donde el sonido no colabora y la acústica no es la mejor.
Cuando, posiblemente no muy pronto, se dieron  cuenta que el sonido fallaba, ya había terminado la primera parte.
Con una mejora del sonido comienza la segunda parte donde aparece Astor Piazzolla para salvar el espectáculo.
Se presenta en escena Walter Rios, histórico bandoneonista de Piazzolla.
Y luego de varios temas en modo solista, entre otros Adiós Nonino, comparte con Adriana algunos cantados.
El recorfortante segmento final nos permitió sumergirnos en los refinamientos del espíritu.
Valió la pena.