5 de julio de 2008

Respuesta que anima

Adicto a responder interrogantes, decidí contestar el de los amigos de Anima Naturalis, ONG dedicada a la defensa de los débiles, los que no tienen voz, los que no pueden defenderse por sí mismos.
¿Por qué vegetariano?
En verdad debo admitir que la causa por la cual decidí abandonar la alimentación carnívora, fue una profunda voluntad no racional, en una extraña concatenación de circunstancias que sería muy largo de describir.
Sin embargo, algunas de las razones que me motivaron a cambiar las costumbres adquiridas fueron: la repulsión que sentía por la macabra exhibición de cadáveres colgados de los ganchos en las carnicerías y el mismo sentimiento repulsivo al ver en elegantes mesas 'bien servidas', despojos de animales, como la cabeza ahuecada de un cerdo, adornadas con palillos con queso para servirse.
A partir de ese momento mi historia no resulta nada original.
Pasé por todas las etapas que cualquiera que se decide a cambiar de hábitos alimenticios, debería pasar.
En cierto sentido, era inevitable.
El que rompe con los paradigmas establecidos, a no dudarlo, deberá pagar tributo por la osadía.
En principio, como todo convencido de haber encontrado la verdad en un medio hostil, pequé quizás de intolerancia y exceso de proselitismo.
Para asegurar mis convicciones, por ejemplo, abundé en explicaciones científicas, tratando de destruir mitos, como las carencias proteicas y de vitaminas (la célebre B12) de la dieta vegetariana.
Me batí en batallas imposibles para demostrar que el consumo de carne es una forma atenuada de canibalismo, una barbarie que seguramente asombrará a los ciudadanos del futuro, de la misma manera que hoy nos horroriza el canibalismo de los pueblos primitivos.
Intenté demostrar muchas veces, ante miradas asombradas, el daño ecológico que produce la producción cárnica.
Intimé a responder filosóficos interrogantes de no simple respuesta: ¿tienen alma los animales o son autómatas biológicos? ¿Son seres sufrientes como nosotros? ¿Aún no siendo poseedores de la 'razón humana', tienen derechos que debamos respetar, o peor aún, nos da derecho para traerlos a la vida, para torturarlos, masacrarlos y comerlos?'
Solía utilizar frecuentemente los argumentos de Elizabeth Costelo, el personaje (¿Alter Ego?) de Coetzee.
Comparaba los frigoríficos y los laboratorios con los campos de concentración nazis y denunciaba el silencio y la 'ceguera' de los vecinos de los campos y los mataderos como la manera de lavar culpas por el oprobio.
Y utilizaba, como ella, ante la recurrente pregunta ¿no come nunca carne?, la respuesta de Plutarco: 'Me pregunta Ud. por qué me niego a comer carne. A mí me asombra que Ud. se pueda poner en la boca el cadáver de un animal, me asombra que no le dé asco masticar carne cortada y tragarse el jugo de heridas mortales'
Sin embargo, luego de tantos cuestionamientos y explicaciones científicas y económicas, de competencias filosóficas y cruzadas morales y de resistir aprietes, lástimas e incomprensiones, me siento muy aliviado.
Es que nunca eché de menos la carne, como al cigarrillo, hábitos que abandoné, casi al mismo tiempo, hace muchos, muchos años.
Además, ignoro si debido a una dieta sana que siempre 'estimula y sienta bien', o por responsabilidad genética, desde ese momento mantuve una distancia saludable de los médicos y farmacéuticos.
Al fin y al cabo, ser vegetariano resultó ser lo más natural del mundo. No tiene contraindicaciones. No produce efectos colaterales, no produce daño a nadie y resiste eficazmente cualquier contraargumento.
Sin embargo, aunque saltar la 'tranquera' me puso en el compromiso de buscar, y finalmente encontrar, argumentos de todo tipo para justificarme, no fue lo decisivo.
Lo regocijante fue que lo fundamental, por inaceptable que parezca, resultó muy fácil de comprender.
En definitiva la posibilidad de conocer la compasión, no como un mandato que viene desde otro lado, desde afuera, sino como fuerza inmanente para interpretar y compartir el dolor ajeno, se convirtió en lo trascendente.
Por eso, en la ruta de Parsifal, el héroe de la ópera de Wagner, el 'necio puro' que llega a ser 'sabio por compasión', si caigo hoy víctima de los intelectuales racionalistas, modero las respuestas y les digo, sin vergüenza, como Wilde: 'Oh, dear, la compasión es algo admirable' 'yo doy gracias a Dios cada noche.., sí de rodillas, le doy gracias por habérmela hecho conocer.'

17 de abril de 2008

Transfiguración

Yo no pecaré de soberbia creyendo que voy a rescatar a la política, convertida en actividad fabuladora.
Lo que realmente me importa es más modesto e inmediato: me gustaría despejar horizontes que en los criterios oficiales asume caracteres casi esquizofrénicos. Y hacer más digerible la dispépsica retórica oficial.




“Y llegan tiempos en los que la indignación y la vergüenza son tan grandes que sobrepasan a todo cálculo y toda prudencia, y uno debe actuar, es decir, hablar.” J.M.Coetzee


“camino francés, venden gato por res”
Digamos que era inevitable.
La operación incluía riesgos, pero también resolvía problemas.
Muy poderosas razones de estado, de ánimo, obligaban a enfrentarse con unos y a pagar tributo con otros.
Eso, aunque no lo justifica, ni lo exculpa, lo explica todo.
Por tanto, como a corto plazo importa sólo guardar las apariencias, curiosa consecuencia, comienza el proceso de elaboración de eufemismos. Y a echar mano a un dúctil instrumento, la tergiversación verbal.
Se advierte claramente, entonces, que producir un quiebre en la gramática establecida es ya una acción política.

“¿Cuál es el poder con que cuentan las palabras?”
Las palabras, convertidas en instrumento ideal de la comunicación., a veces inexactas o equívocas, son de utilidad porque aluden a personas, seres, objetos o circunstancias.
Y, como descubrieron los hombres astutos, poseen un intenso poder sugestivo y una honda capacidad evocadora, capaces hasta de convertirnos en esclavos de la semántica.
Puede asegurarse, aunque sorprenda, que no existirían problemas semánticos, ni políticos, si las palabras tuvieran un único y desapasionado significado.
Campo, oligarquía, democracia, dictadura, son vocablos no afectivamente neutros, no carecen de vívidas asociaciones afectivas.
Sabemos, además, que, pese a que “una rosa seguirá siendo una rosa con cualquier nombre”, importa más el nombre que el nombrado.

“¿qué misterio hay en tus palabras confusas, en tus débiles quejas...?”
En el esfuerzo destinado a convencernos de que la historia ficticia es en verdad, real, se asiste, como en el “1984” de Orwel, a la construcción del “newspeak”, la lengua oficial, fundada en idiomas sintéticos, siglas y slogans.
Y a un tono quejumbroso en los discursos, que más que debilidad individual, parece la exhibición, a veces multitudinaria, arrogante, de una burla.

Déjá-vu
Hemos visto desplazar la atención, evocando acontecimientos del pasado.
Muchos adultos experimentan esa peculiar sensación de “lo ya visto”.
Quien protagoniza hechos de esta naturaleza perciben que un fenómeno actual lo remite a otro anterior.
¿Por qué se produce este fenómeno?
Para el Dr. Chris Moulin, especialista en el tema, se trata de una falla en el lóbulo temporal del cerebro que produce esos falsos recuerdos. La persistencia de estas situaciones pueden conducir a grandes depresiones y terminar en la locura.
Para la parasicología se trataría de un fenómeno extrasensorial asociado a la clarividencia o la precognición.
Para la psicofisiología el fenómeno es una clásica paramnesia, producida por cansancio extremo, momentos de inestabilidad emocional o estados alterados de conciencia.
En política es atendible, con la condición de no ser tomado en serio.

síndrome del complot
Cuando un empleado público falta a la justicia en las resoluciones propias de su cargo, conscientemente o por ignorancia inexcusable comete el “pecado” de prevaricar.
A menudo, quien prevarica, a sabiendas de que lo hace, deseará, en cierto modo, legitimar su propio gesto: “tenemos el derecho de prevaricar porque somos los mejores”.
Intentará, además, encontrar a alguien que esté dispuesto a justificarla e incluso, obtener el consenso de quien es la víctima. Por consiguiente utilizará argumentos retóricos para ser convincente.
Y suele llevar también a otra forma de la prevaricación: el recurrir al síndrome del complot.

tesis
Todos los factores del atraso se volcaron sobre el país hambriento y desorganizado haciendo del funcionario estatal el verdadero privilegiado de la nueva época. El burócrata que se eleva sobre la miseria general “como el gendarme que reparte el poco pan existente entre muchos”, en realidad el bribón y despojador que es el típico burócrata..., que con su ineptitud suele dilapidar los recursos.
El reemplazo brutal y tajante del burgués por el burócrata, por ejemplo, fue una de las grandes tragedias de la revolución rusa.
(aunque yo no he tramado esta tesis, tiendo a dejarme convencer por ella)

somatenista
En Los cuatro peronismos, Alejandro Horowicz sostiene que la única fuerza propia, confiable, con que contaba el general Perón vuelto del exilio, el tercer peronismo, era la policía.
Para el último “peronismo”, en cambio, quizá por prejuicio ideológico o condicionamiento político, sólo cumplirían ese requisito las “milicias” piqueteras del somatenista D’elia.
Obligados a vivir bajo la protección del estado, éstos adhieren con énfasis, sin desviaciones y con firmeza a la política oficial.
Necesitan de los otros, pero cuando los otros no se pliegan a sus deseos, la violencia los tienta para imponerlos. La sensación de impunidad, como es previsible, los predispone a la prepotencia.

“señores, están completamente equivocados, el mundo no avanza, retrocede”

Vaya por delante la confesión: los ganaderos y chacareros me inspiran poca simpatía. No podría tenérsela a quienes suelen ser más ricos, más individualistas, más conservadores. Y a quienes no se sienten llamados o impulsados por ningún tipo de “misión” histórica o divina.
Pero las divergencias actuales no pueden atribuirse, como en una remake de los setenta, a la voracidad de la parásita, gorila y golpista oligarquía. Sería un despropósito.
Parece más lógico pensar que la responsabilidad le cabe al ávido gobierno, que no puede controlar, debido a su adicción al “modelo”, la insaciabilidad fiscal.
Lecturas mal digeridas también pueden provocar confusión caracterológica.
La incompetencia consiste en confundir clases sociales, por ejemplo, una rentística con una productiva.
La descalificación de la burguesía agraria, aunque muy revolucionario, en palabra, por antinacional, se convierte en absolutamente retrógado.

Hemos presenciado en estos días, terrorismo de opinión, maniqueísmo, hipocresía, mendacidad e infatuación. Esto es circunstancial.
En definitiva, años de ilusiones, esfuerzos y fracasos nos convirtieron en lo que somos.
Pero ningún país es sólo el que es, sino también, y sobre todo, el que pretende ser.
De ahí lo necesario: una revisión crítica de conceptos tradicionales. Elevar lo primordial a insuficiente, apuntar más lejos.

De otro modo, y como ahora, nunca tendremos patria, sino un país donde se multiplica la fragmentación, y sólo prospera la salvación individual.

5 de abril de 2008

¿A paso de vencedores o a paso de cangrejo?

Silencio de blog

El silencio del blog, injustificadamente largo, tiene como única causa el hecho de que yo quería escribir con la tranquilidad necesaria, sin la cual publicar habría sido una falta de consideración hacia el lector, algo que no estaba dispuesto a hacer.
Pero, en virtud de la creciente influencia de las clases medias, a las que Sartre atribuyó el “oficio de opinión”, y en defensa del derecho de buscar la verdad libremente, aún seriamente ansioso, por el contrario alegremente expectante, vuelvo a publicar.


“Me estoy convenciendo de que el mundo quiere decirme algo, mandarme mensajes, avisos, señales” Italo Calvino,


Pudo notarse en los últimos días un ambiente enrarecido, cargado de fantasmas.
Consecuencia compartida por la incompetencia y la irresponsabilidad. Y la peor y más ruin de las cualidades humanas: la astucia.
Porque fastidiaron, durante días, con tantas palabras, tantas expresiones de intencionalidades, de políticas que se deciden en otra parte, produjeron más cansancio que conciencia, más escepticismo que entusiasmo.
Se entiende entonces por qué las nuevas generaciones casi ni se conmueven por las continuas apelaciones a la acción política.

“Colectivización forzosa”
Resulta altamente llamativo esa pretensión de aumentar las retenciones, en consonancia, improbablemente fortuita, con el viaje de la presidenta a Francia. Y con las pretensiones del Club de París de saldar deudas.
Lo cierto es que, para alegría de la ferviente militante del “esoterismo de centro izquierda”, la Sra. Carrió, resultó notable la carencia de elemental prolijidad para enfrentar situaciones de este tipo.
Es que “los neomontoneros son desprolijos, pero están impulsados por la apasionada dignidad humanitaria”. Impelidos por las grandezas de las causas justicieras.
Aunque en política, como advierte Lenin, no es serio fiarse de las convicciones y de las bellas cualidades del alma.
Digamos, además, que lejos de ensayar un proyecto golpista, los hombres del campo aspiraban, apenas, a hacer buenos negocios.
Y a ponerse en posición de convertirse en la nueva burguesía, aunque esta vez no “prebendaria”.
Sin embargo, la burocracia sin rumbo puso un freno al impulso.
Al fin y al cabo, la presidenta, injustamente valorada, concibió, con sus desatinados despropósitos, la insólita unificación agraria.
Para terminar. De esta extraña “lucha de clases” entre “burocracia estatal” vs. “burguesía agraria” por la renta, queda, aparte de una serie de imposturas caricaturescas, una pregunta: cómo harán los colaboracionistas de hoy para explicar, tarde o temprano, el oportunismo de sus posiciones.


Continuará...