5 de abril de 2008

¿A paso de vencedores o a paso de cangrejo?

Silencio de blog

El silencio del blog, injustificadamente largo, tiene como única causa el hecho de que yo quería escribir con la tranquilidad necesaria, sin la cual publicar habría sido una falta de consideración hacia el lector, algo que no estaba dispuesto a hacer.
Pero, en virtud de la creciente influencia de las clases medias, a las que Sartre atribuyó el “oficio de opinión”, y en defensa del derecho de buscar la verdad libremente, aún seriamente ansioso, por el contrario alegremente expectante, vuelvo a publicar.


“Me estoy convenciendo de que el mundo quiere decirme algo, mandarme mensajes, avisos, señales” Italo Calvino,


Pudo notarse en los últimos días un ambiente enrarecido, cargado de fantasmas.
Consecuencia compartida por la incompetencia y la irresponsabilidad. Y la peor y más ruin de las cualidades humanas: la astucia.
Porque fastidiaron, durante días, con tantas palabras, tantas expresiones de intencionalidades, de políticas que se deciden en otra parte, produjeron más cansancio que conciencia, más escepticismo que entusiasmo.
Se entiende entonces por qué las nuevas generaciones casi ni se conmueven por las continuas apelaciones a la acción política.

“Colectivización forzosa”
Resulta altamente llamativo esa pretensión de aumentar las retenciones, en consonancia, improbablemente fortuita, con el viaje de la presidenta a Francia. Y con las pretensiones del Club de París de saldar deudas.
Lo cierto es que, para alegría de la ferviente militante del “esoterismo de centro izquierda”, la Sra. Carrió, resultó notable la carencia de elemental prolijidad para enfrentar situaciones de este tipo.
Es que “los neomontoneros son desprolijos, pero están impulsados por la apasionada dignidad humanitaria”. Impelidos por las grandezas de las causas justicieras.
Aunque en política, como advierte Lenin, no es serio fiarse de las convicciones y de las bellas cualidades del alma.
Digamos, además, que lejos de ensayar un proyecto golpista, los hombres del campo aspiraban, apenas, a hacer buenos negocios.
Y a ponerse en posición de convertirse en la nueva burguesía, aunque esta vez no “prebendaria”.
Sin embargo, la burocracia sin rumbo puso un freno al impulso.
Al fin y al cabo, la presidenta, injustamente valorada, concibió, con sus desatinados despropósitos, la insólita unificación agraria.
Para terminar. De esta extraña “lucha de clases” entre “burocracia estatal” vs. “burguesía agraria” por la renta, queda, aparte de una serie de imposturas caricaturescas, una pregunta: cómo harán los colaboracionistas de hoy para explicar, tarde o temprano, el oportunismo de sus posiciones.


Continuará...