9 de mayo de 2012

Feria del Libro


Vanidades, cholulismo, periodismo y literatura

Ningún otro acontecimiento refleja, mejor que la Feria del Libro, la conjunción de la cultura y la “civilización del espectáculo”.
Sin embargo, el libro no disminuye su importancia en beneficio del espectáculo. En definitiva el texto se acerca a la distracción y ésta  acerca a la gente al libro sin superposiciones.



Cuando se lanzó la idea, casi cuarenta años atrás, nadie podía prever que esa apuesta duraría hasta hoy. En un país, como el nuestro, donde todo dura poco y la continuidad es lo exótico.
De manera que no era cuestión de desaprovechar la oportunidad. Sobre todo cuando el panorama pintaba bien para acordar mis intereses, participar de la presentación del  libro "Las mujeres más solas del mundo" de Jorge Fernández Díaz, con los deseos del preadolescente Manuel de visitar por primera vez la Feria.
De movida entonces, con la colaboración de un primaveral sábado de otoño, tras caminar lentamente la interminable cola, arrastrados por la apretada multitud de impacientes, logramos entrar.  Prueba, en grado superlativo, el interés que despierta el evento.
Con la consigna: “cada libro es un mundo, hagamos turismo” comenzó el desfile por los stands. 
Primero el universo ficcional infanto-juvenil, las editoriales fantásticas de las historietas.


Luego, las promesas deben cumplirse, las adultas disertaciones literarias.
Así, Manuel supo, con manifiesto propósito compensatorio, abnegadamente, como los iniciados que participan de una presentación, el significado de la monotonía.


A sala colmada (200 personas) los integrantes del panel, el periodista  Héctor D'Amico, el escritor Guillermo Martínez y el periodista y escritor Martín Caparrós se convirtieron en inteligentes diseccionadores de la obra y vida del autor.
Héctor D'Amico, que comparte diariamente con él la redacción del diario La Nación, habló del lado humano de Fernández Díaz, quien “a la hora de escribir, se ocupa más de las personas que de los hechos periodísticos”.
Guillermo Martínez, encarándolo desde lo literario, definió al libro como "un estudio contemporáneo de tipos humanos", recordándole las Aguafuertes de Roberto Arlt.
Las dudas de Caparrós, al leer estas historias de personas comunes, por “saber si eran crónicas, si eran cuentos... hasta suspender la incredulidad para seguir adelante por el mero placer de la lectura”.
"Trato de trabajar esa ambigüedad entre la realidad y la ficción y tratar de contar los sentimientos y las épicas pequeñas. Contar el mundo desde abajo", sintetizó el autor.


Descubrió, además, en el público, a varios de los personajes que aparecen en sus escritos.
A la mamá, que fue la protagonista de una de sus novelas.
Al productor teatral Jacinto Pérez Heredia, "El chico que amaba a Greta Garbo". A Caparrós, a Martínez, a D’Amico.
A la cubana Argentina, "con ella pasó algo muy lindo, muy fuerte y muy extraño. Después de muchas cosas vividas la mandaron a una psiquiatra. Y la psiquiatra, luego de escuchar su historia, le dijo que era como para que alguien la escribiera o hiciera una película. Y ella le contó que yo había escrito eso, y ahí la psiquiatra descubrió quién era yo. Y lo que yo descubrí el otro día es que esa psiquiatra es la que atendió a mi madre. La que figura en el comienzo de Mamá ".
"Pero también el libro está  hecho de personajes que no se pueden nombrar", dijo Fernández Díaz.
Se contaba la presencia de conspicuos integrantes de la prensa no complaciente, la "corporación mediática”. Entre ellos, Pablo Sirvén, Gustavo Sierra, Carlos Ulanovsky, Luis Majul, Laura DiMarco (autora del libro sobre la Cámpora), Alfredo Leuco, y otros.
Estaban, también, Laura Ramos, Claudia Piñeiro (ganadora del premio Clarín de novela), Luisa Kuliok, Jorge Telerman y el ex rector de la UBA Guillermo Jaim Etcheverry .
Un ferviente devoto del cholulismo no podría ser ajeno a la fascinación del espectáculo.
Pero la mirada debía ponerse en Fernández Díaz. Para qué había comprado el libro, sino para que me lo dedicara.


La operación consistía en hacer la cola y esperar el turno, para alcanzar el mérito.
Superadas las tentaciones irracionales y expulsados ciertos temores, se estableció una conversación, por momentos de índole personal, que terminó, para alivio de los que esperaban el turno para ser dedicados, con la amable propuesta del escritor para sacarnos una foto.



Finalmente, merece un destacado la inteligente participación de Alicia, que recurriendo a la sensatez que la caracteriza, impuso, en la práctica, los criterios racionales que suele manifestar. "...ahí está Caparrós, dale boludo, ponete al lado que te saco una foto".
De no haber sido por ella esta imagen no existiría. 

....