1 de noviembre de 2005

El Juez de Instrucción

















Como el diablo siempre encuentra males para las mentes ociosas y las ideas no usadas pueden estallar en resentimientos y angustias, pero sobre todo porque no consiento, como Cruz, “que se cometa el delito de matar ansí un valiente”, me atrevo a escribirle.
Es que quedé impresionado con la lectura del relato de su ex camarada de ruta, el “hermano Gustavo”, que bien podría titularse El Juez de Instrucción, como el cuento de Chéjov.
Con una gran movilidad de exposición pero con una deprimente inflexibilidad de enfoque y en un tono cáustico, irónico y contradictorio, el autor comienza despachándose a gusto con sus opiniones sobre los pronunciamientos políticos de los distintos fragmentos de la denominada Izquierda Nacional en las últimas elecciones, para terminar haciendo una historia (¿auto?)crítica de esa original corriente política.

Semejanzas y diferencias
A la manera de Chéjov, en la “narración” del “hermano Gustavo” el efecto del drama depende más del estado de ánimo de los personajes que del argumento; pero sobre todo, los acontecimientos dramáticos importantes tienen lugar fuera de la escena, y lo que se deja de decir es más importante que las ideas y los sentimientos expresados.
Y como en la obra del destacado escritor ruso, la historia de los hombres de ese sector político sería la de las vidas inútiles, tediosas y solitarias de personas débiles, incapaces de comunicarse entre sí y sin posibilidad alguna de cambiar una sociedad que creen (¿Creen?) errónea.
Personas insatisfechas, abandonadas por la vida, que sólo tienen en común las utopías y paradigmas del sistema capitalista: dinero, poder y consumo (un puesto político, una heladera llena, una jubilación).
Sin embargo mientras que la de Chéjov es una propuesta ética y estética en la que el arte da sentido a la vida y lo aleja de toda tentación nihilista, la del “hermano Gustavo” se acerca más al planteo de Sartre de que “la vida es una pasión inútil”.
Y aunque termine revelando, con ironía cruel, el lado más humano de las personas que menciona, no me atrevería a equiparar el talento del “hermano Gustavo” con el de Chéjov. Quizás esté más cerca del que Lichtenberg sostiene en su aforismo: “el punto más alto al que puede llegar un espíritu mediocre, pero provisto de experiencia, es el talento de descubrir las debilidades de las personas que valen más que él”.
Finalmente el autor nos deja una moraleja que acaba convertida en paradoja. Después de condenar el pasado termina ofreciendo, como salida al drama, la vuelta a él.

Opinión
Ud. que para disfrutar del arte está acostumbrado a suspender la incredulidad, quizá no haya reparado en que no se trata de ficción. Pero a mí, que soy escéptico, no me engaña. Esto no es ficción, esto es pura política.
Si el autor reconoce que él y sus personajes tiene una historia en común y que en ese devenir construyeron un lenguaje en el que todos se reconocen y que podría provocar la envidia de cualquiera ¿Por qué ese empeño en darle la espalda a esa historia y degradarla? ¿Por qué ese mirar hacia atrás con la lógica de Terminator?
¿No será que los males y debilidades que el “hermano Gustavo” les achaca a los personajes son en realidad el reflejo de sus propios temores y debilidades?.
¿No será que todo nace de un gran dolor que le embarga y sobre todo del miedo, de ese miedo que siente porque los años han pasado y porque él ahora es grande y los anhelos de “revolución” se esfuman?

Consejo
Como sospecho que Ud. comparte las mismas ilusiones que el autor y los personajes dicen profesar, me permito aconsejarle:
Por qué carajo no asumen de una vez la historia sin beneficio de inventario, dejan en paz a los muertos, pero sobre todo a los vivos, y dedican todos los esfuerzos en la comprensión de la insondable realidad para luego actuar en consecuencia.
Que la libertad, amigo mío, no consiste, como nos dice Engels, “en el ensueño de una acción independiente de las leyes de la naturaleza, sino en el conocimiento de esas leyes y en la posibilidad, así dada, de hacerlas obrar en un sentido determinado”.
En todo caso, y con esto concluyo, aprendan a ser capaces de vivir simultáneamente distintos niveles de realidad, como los esquizofrénicos, aunque teniendo en cuenta las siguientes recomendaciones: no perder la brújula en el viaje, mantener siempre en la mira al enemigo, no sacralizar los medios, no olvidar nunca los fines y sobre todo no perder jamás el control sobre sí mismos.