9 de mayo de 2023

Aspiring runner

 








La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida.


Siempre recordaba el humor boludo del secundario sobre los deportes. Si sos un laburante jugarás al fútbol, si llegás a gerente jugarás al tenis y si tenés una empresa jugarás al golf. Y remataba, cuanto más alto escalás en la pirámide social más chiquititas son las pelotas.

En el caso del aspirante a runner nunca le atrajo ningún deporte competitivo aunque sí la actividad física. Comenzó de muy chico a usar la bicicleta hasta llegar a convertirla en parte de su cuerpo. La abandonó cuando entró al secundario porque sus nuevos amigos, autopercibidos intelectuales, no tenían una opinión favorable de los aficionados al deporte. Creían que los deportistas desarrollaban el físico en desmedro de la mente. Tiempo despúes comprendió que en realidad ellos no habían desarrollado el cuerpo pero tampoco el cerebro.

De todas maneras,en transgresivo acto de arrojo nunca dejó de movilizar el cuerpo.

Siempre fue sobre todo un caminante incansable. Consciente de sus limitaciones, sin embargo, solo intentó prolongar más allá del tiempo en que se creía inmortal, sus habilidades y su vitalidad.

La inconformidad juvenil, paulatinamente, cede espacio a la rebeldía y adquiere la forma indeseable de ser reprimido en dictadura. Y se convierte en un convicto más del Régimen. Pero, al mismo tiempo, en un desafio.

Había que superar el mal momento de estar solo en un habitáculo pequeño de 1,50 x1,50 donde se dormía en una cama de cemento sin colchón y donde no se podían estirar las piernas.

Había que atenuar el aislamiento, la soledad y la falta de movimiento, apenas disimulado por tensos diálogos con otros desgraciados a los que los separaban las paredes y las puertas ciegas.

Aprendió, como manera de superar su inactividad, la carrera estacionaria. Que no solo le permitía mantener su estado físico sino la fuerza mental que le ayudaría a superar el mal momento.

En los tiempos que siguieron sus piernas siempre le fueron fieles. El método lo siguió usando en los lugares de trabajo cuando se podía.

Téngase en cuenta que el aspirante a runner se había convertido en un optimista profesional. Podía sobrellevar la densa negatividad ambiental amparado, apenas, en cierto desparpajo. En las insolencias perdonables en un hombre con fe.

Por lo tanto tenía sentido aunque fuera de noche, o con frío, que se pusiera sus mejores zapatillas, un jogging  y un buzo y trotar por casi 4 km. Si al llegar al destino se encontraría con un territorio poblado de árboles añosos con senderos bien marcados, bien iluminado con la luz de la luna y con modernas luminarias.

Y con seres  entrañables, adictos, en principio, al ejercicio. O a los meros detalles que fascinan a los profanos que se inician en los vericuetos del running. Detalles que, para cualquier novelista, podían resultar apasionantes.

Continuará..