17 de abril de 2008

Transfiguración

Yo no pecaré de soberbia creyendo que voy a rescatar a la política, convertida en actividad fabuladora.
Lo que realmente me importa es más modesto e inmediato: me gustaría despejar horizontes que en los criterios oficiales asume caracteres casi esquizofrénicos. Y hacer más digerible la dispépsica retórica oficial.




“Y llegan tiempos en los que la indignación y la vergüenza son tan grandes que sobrepasan a todo cálculo y toda prudencia, y uno debe actuar, es decir, hablar.” J.M.Coetzee


“camino francés, venden gato por res”
Digamos que era inevitable.
La operación incluía riesgos, pero también resolvía problemas.
Muy poderosas razones de estado, de ánimo, obligaban a enfrentarse con unos y a pagar tributo con otros.
Eso, aunque no lo justifica, ni lo exculpa, lo explica todo.
Por tanto, como a corto plazo importa sólo guardar las apariencias, curiosa consecuencia, comienza el proceso de elaboración de eufemismos. Y a echar mano a un dúctil instrumento, la tergiversación verbal.
Se advierte claramente, entonces, que producir un quiebre en la gramática establecida es ya una acción política.

“¿Cuál es el poder con que cuentan las palabras?”
Las palabras, convertidas en instrumento ideal de la comunicación., a veces inexactas o equívocas, son de utilidad porque aluden a personas, seres, objetos o circunstancias.
Y, como descubrieron los hombres astutos, poseen un intenso poder sugestivo y una honda capacidad evocadora, capaces hasta de convertirnos en esclavos de la semántica.
Puede asegurarse, aunque sorprenda, que no existirían problemas semánticos, ni políticos, si las palabras tuvieran un único y desapasionado significado.
Campo, oligarquía, democracia, dictadura, son vocablos no afectivamente neutros, no carecen de vívidas asociaciones afectivas.
Sabemos, además, que, pese a que “una rosa seguirá siendo una rosa con cualquier nombre”, importa más el nombre que el nombrado.

“¿qué misterio hay en tus palabras confusas, en tus débiles quejas...?”
En el esfuerzo destinado a convencernos de que la historia ficticia es en verdad, real, se asiste, como en el “1984” de Orwel, a la construcción del “newspeak”, la lengua oficial, fundada en idiomas sintéticos, siglas y slogans.
Y a un tono quejumbroso en los discursos, que más que debilidad individual, parece la exhibición, a veces multitudinaria, arrogante, de una burla.

Déjá-vu
Hemos visto desplazar la atención, evocando acontecimientos del pasado.
Muchos adultos experimentan esa peculiar sensación de “lo ya visto”.
Quien protagoniza hechos de esta naturaleza perciben que un fenómeno actual lo remite a otro anterior.
¿Por qué se produce este fenómeno?
Para el Dr. Chris Moulin, especialista en el tema, se trata de una falla en el lóbulo temporal del cerebro que produce esos falsos recuerdos. La persistencia de estas situaciones pueden conducir a grandes depresiones y terminar en la locura.
Para la parasicología se trataría de un fenómeno extrasensorial asociado a la clarividencia o la precognición.
Para la psicofisiología el fenómeno es una clásica paramnesia, producida por cansancio extremo, momentos de inestabilidad emocional o estados alterados de conciencia.
En política es atendible, con la condición de no ser tomado en serio.

síndrome del complot
Cuando un empleado público falta a la justicia en las resoluciones propias de su cargo, conscientemente o por ignorancia inexcusable comete el “pecado” de prevaricar.
A menudo, quien prevarica, a sabiendas de que lo hace, deseará, en cierto modo, legitimar su propio gesto: “tenemos el derecho de prevaricar porque somos los mejores”.
Intentará, además, encontrar a alguien que esté dispuesto a justificarla e incluso, obtener el consenso de quien es la víctima. Por consiguiente utilizará argumentos retóricos para ser convincente.
Y suele llevar también a otra forma de la prevaricación: el recurrir al síndrome del complot.

tesis
Todos los factores del atraso se volcaron sobre el país hambriento y desorganizado haciendo del funcionario estatal el verdadero privilegiado de la nueva época. El burócrata que se eleva sobre la miseria general “como el gendarme que reparte el poco pan existente entre muchos”, en realidad el bribón y despojador que es el típico burócrata..., que con su ineptitud suele dilapidar los recursos.
El reemplazo brutal y tajante del burgués por el burócrata, por ejemplo, fue una de las grandes tragedias de la revolución rusa.
(aunque yo no he tramado esta tesis, tiendo a dejarme convencer por ella)

somatenista
En Los cuatro peronismos, Alejandro Horowicz sostiene que la única fuerza propia, confiable, con que contaba el general Perón vuelto del exilio, el tercer peronismo, era la policía.
Para el último “peronismo”, en cambio, quizá por prejuicio ideológico o condicionamiento político, sólo cumplirían ese requisito las “milicias” piqueteras del somatenista D’elia.
Obligados a vivir bajo la protección del estado, éstos adhieren con énfasis, sin desviaciones y con firmeza a la política oficial.
Necesitan de los otros, pero cuando los otros no se pliegan a sus deseos, la violencia los tienta para imponerlos. La sensación de impunidad, como es previsible, los predispone a la prepotencia.

“señores, están completamente equivocados, el mundo no avanza, retrocede”

Vaya por delante la confesión: los ganaderos y chacareros me inspiran poca simpatía. No podría tenérsela a quienes suelen ser más ricos, más individualistas, más conservadores. Y a quienes no se sienten llamados o impulsados por ningún tipo de “misión” histórica o divina.
Pero las divergencias actuales no pueden atribuirse, como en una remake de los setenta, a la voracidad de la parásita, gorila y golpista oligarquía. Sería un despropósito.
Parece más lógico pensar que la responsabilidad le cabe al ávido gobierno, que no puede controlar, debido a su adicción al “modelo”, la insaciabilidad fiscal.
Lecturas mal digeridas también pueden provocar confusión caracterológica.
La incompetencia consiste en confundir clases sociales, por ejemplo, una rentística con una productiva.
La descalificación de la burguesía agraria, aunque muy revolucionario, en palabra, por antinacional, se convierte en absolutamente retrógado.

Hemos presenciado en estos días, terrorismo de opinión, maniqueísmo, hipocresía, mendacidad e infatuación. Esto es circunstancial.
En definitiva, años de ilusiones, esfuerzos y fracasos nos convirtieron en lo que somos.
Pero ningún país es sólo el que es, sino también, y sobre todo, el que pretende ser.
De ahí lo necesario: una revisión crítica de conceptos tradicionales. Elevar lo primordial a insuficiente, apuntar más lejos.

De otro modo, y como ahora, nunca tendremos patria, sino un país donde se multiplica la fragmentación, y sólo prospera la salvación individual.