23 de febrero de 2006

Papeleras: papelear






Está instalado en los titulares de los diarios y noticieros. Tanto la instalación de las papeleras como la resistencia han provocado amplias polémicas en contra y a favor.
Quizá porque con los años me volví más cauteloso con los juicios, sobre todo con los políticos, y ya no puedo “amar sin presentir”, mucho de todo esto me resultaba sumamente falso o inconsistente.
Hice un esfuerzo por liberarme de este estado, refugiándome en el mundo espiritual de los antiguos.
Recibí por único consejo: Lo mejor que puede hacer es alejarse de la noticia y acercarse al acontecimiento, porque la noticia suele diluirse en propaganda mientras el acontecimiento se convierte en historia. Y para no ser devorado por la historia debe proponerse descifrar esa realidad enigmática.

Las preguntitas
Para encontrar respuestas y salir del dilema me pregunté:
¿Qué es verdad? ¿Qué es mentira?, como solía hacerlo el ciudadano Harold Pinter, aún sabiendo que una cosa no es necesariamente cierta o falsa y puede ser al mismo tiempo verdad y mentira; que no hay grandes diferencias entre lo verdadero y lo falso, ni entre realidad y ficción.
¿Por qué se genera el conflicto? ¿Por la acción subversiva de los “ambientalistas”?
¿O mejor por la impericia del poder político que terminó dejando a los habitantes de Gualeguaychú en un callejón sin salida y con sólo la posibilidad de agravar la lucha?
En ese caso ¿No le cabe la responsabilidad al presidente que pensaba que todos los argentinos eran una manga de ladrones (“del primero hasta el último”) que autorizó la construcción de las papeleras obviando el Tratado del Rio de la Plata. Y al presidente del otro lado del charco que no tomó nota a tiempo quizá porque estaba ocupado en superar su debilidad de origen y el tema no figuraba aún en su agenda electoral ?.

Contaminación
Como según tengo entendido la mayoría de los conflictos se producen por causas semánticas, intenté definir los términos de la disputa.
¿Es verdad que contaminan las papeleras? Sin duda, como dicen los que se oponen a las plantas, por el uso del cloro, por el monocultivo, por los olores, etc. Además lo harán a una escala desconocida en la región y los efectos serán acumulativos.
¿Supersticiones ecologistas? No seamos sectarios. Defensa, mejor, de un espacio común y cuya razón de ser es la escrupulosa ausencia de profanaciones a la naturaleza (capaz de satisfacer, según Gandhi, las necesidades de los hombres aunque no su avaricia).
Pero si en definitiva “toda acción humana es contaminante” ¿Por qué, entonces, ese empeño en ponerle una coartada ecológica al deseo de salir de pobre de los orientales?
Aunque el criterio únicamente cuantitativo es insuficiente y aún no siendo los datos y los números por sí solos una respuesta, sin embargo contribuyen a delimitarla y a precisarla. Por ejemplo: ¿no debería compararse los beneficios económicos brindados por la obra determinada con el costo del deterioro ambiental y humano?.
Sabemos que no es fácil luchar contra el mercado o negar su función o sus beneficios, sin embargo, el mercado sabe de precios no de valores.

Bronca
Una bronca inexplicable, que a duras penas pude ocultar, me invadió cuando escuché pronunciar frases, propias de adictos a teorías conspirativas, como: “todo fue impulsado por parroquiales intereses electorales de un gobernador despechado”, “fomentado por los designios británicos de una ONG”, “es sospechoso el interés por la contaminación de las papeleras aunque nada dicen de la contaminación de las petroleras y mineras de Santa Cruz”.
Y me sonó extraño, sobre todo en boca de enemigos acérrimos del mercado y del capital extranjero, defender, con la excusa de trescientos puesto de trabajo, el respeto a los contratos firmados o la unidad latinoamericana, una de las inversiones más nocivas para el país que las recibe.

Esperanza
Es posible que la suerte esté echada para los entrerrianos, ya que es difícil ponerle límites a la “modernidad” o a la “globalización”. En ese caso le estaríamos dando la razón a Ortega cuando decía que nos “había tocado nacer en países pobres de imaginación y ahogados por el exceso de virtudes pusilánimes”.
Sin embargo, aún así, se podría hacer de todo esto lecturas optimistas.
Es que, aunque no nos guste oír hablar de contaminación, de degradación del medio ambiente, de subdesarrollo humano, no por eso van a desaparecer del planeta.
Tal vez si hablamos, como en este caso, contribuyamos a que desaparezcan.